
Viernes 23 de mayo del 2025. Las manecillas de mi reloj están a punto de marcar las 2:00 p. m. cuando observo a un hombre, de unos 35 años, terminar de comerse una hamburguesa, chuparse los dedos llenos de salsas y arrojar un trozo de papel aluminio cerca de la esquina noreste de la plaza de la Cultura.
Ni lerdas ni perezosas, las palomas de ese rincón josefino atacan los restos de comida que despreció aquel peatón que se marchó caminando con la tranquilidad y satisfacción de quien acaba de sembrar una flor con la intención de embellecer la capital.
La escena parece no sorprender a nadie; quizá porque forma parte de las atracciones del tour de la basura que se realiza cada día sobre los adoquines del bulevar de la avenida central.
Se trata de las 12 cuadras que empiezan, en sentido este-oeste, entre el abandonado Bar Chelles, ubicado a la izquierda, y la Pizzería Manolito, a la derecha, y culminan con el trayecto que desemboca en el paseo Colón, con las tiendas Punto Favorito y PLS SportsCenter.
A lo largo de ese recorrido, hay un total de 18 basureros, pero es mayor la cantidad de desechos que suele haber sobre el suelo, y eso que 14 barrenderos de la Municipalidad de San José (MSJ) se turnan para limpiar esa vía peatonal “todos los días y a todas horas”, como me dijo una integrante de esa cuadrilla mientras rascaba los adoquines con un escobón.
De muy poco sirven los mensajes grabados en las placas metálicas instaladas junto a las parrillas de las alcantarillas del bulevar: “El mar empieza aquí. No arroje basura”. No lo digo yo, lo confirman a diario las bolsas plásticas, colillas de cigarrillos, cajas de hamburguesas y otros despojos que afean el cutis de cemento de la capital.
Gracias al tour de la basura, creado con las generosas donaciones de personas maleducadas, costarricenses y turistas pueden disfrutar de un inolvidable espectáculo que se percibe no solo con los ojos, sino también con las fosas nasales.
Carreras de platos desechables
Una de las atracciones principales es la de las servilletas voladoras: toallas de papel manchadas con comida y que alzan vuelo en cuanto son embestidas por ráfagas de viento.
La comparsa cervecera ameniza el ambiente con las melodías que improvisan latas vacías al ser pateadas por los transeúntes. Con frecuencia, esa orquesta se hace acompañar de botellas plásticas que ponen a bailar a quienes se esfuerzan por capeárselas.
Usted no debe perderse las carreras de platos desechables, los cuales avanzan y eluden obstáculos (patrullas de la Fuerza Pública y la MSJ, vendedores ambulantes, mendigos, teléfonos públicos y motos estacionadas a lo largo del trayecto) cada vez que un estornudo de brisa los agita. En aras de contribuir con la salud de su bolsillo, le recomiendo apostar por las piezas de plástico, pues a las de cartón se les hizo costumbre perder.
Vale la pena sacar el rato para ver las competencias entre facturas flotadoras, comprobantes de pago que algunos consumidores arrojan en los caños y que se transforman en veleros cuando llueve torrencialmente.
Las justas de esos documentos concluyen en las alcantarillas ubicadas en las esquinas, lo cual taquea las tuberías y genera otro bello espectáculo del tour de la basura: los turbios ojos de agua que producen los borbollones en tardes de aguacero. ¡No se quede sin fotografiarlos!
Lo mejor de lo mejor: ver a dos esculturales y broncíneas mujeres, La Chola, y Al viento, ambas del artista guanacasteco Manuel Vargas, jugando al teléfono chocho con vasos desechables.
De cuando en cuando, esas dos damas se alimentan también con restos de hamburguesas que trozos de papel aluminio llevan hasta sus pies. ¿Será que también se chupan los dedos y convidan a las palomas? De ser así, el tour de la basura pronto adquirirá fama mundial.
José David Guevara Muñoz es periodista.