Sueño con una ciencia que libere al país del escarnio del desempleo, la contaminación, los residuos y malas prácticas agrícolas.
Sueño con una ciencia de manufactura avanzada para crear mejores empleos y condiciones de vida que reduzcan el impacto ambiental y promuevan el cultivo de alimentos de gran calidad.
Sueño con una ciencia que involucre a los científicos en la toma de decisiones de manera expedita, la burocracia no sea un limitante y las soluciones superen los peros.
La ciencia que quiero y el país necesita debe ser atractiva, inclusiva y abierta. Que sus mieles no estén amuralladas por trabas oficinescas.
Tal ciencia debe ir más allá de la academia y las aulas, convertirse en parte integral de la vida de los habitantes.
Estudiar ciencias debería ser una experiencia agradable; aprender, un placer; y enseñar, un oficio exclusivamente para aquellos que deseen ejercitarlo.
La ciencia tica debe abandonar la costumbre de dejar a miles de estudiantes perdidos en el camino y centenares de profesionales todos los años por no haber priorizado ni tomado en cuenta las necesidades humanas, laborales y económicas de quienes tratamos de avanzar en conocimientos.
Quiero que los índices de depresión estudiantil en las carreras científicas no sea motivo de vergüenza, quiero una ciencia de la cual las personas se sientan orgullosas y felices de aprender, donde se dé énfasis a la calidad académica, sin que esta implique hostilidades de las instituciones o sacrificios prohibitivos para la mayoría.
Dedicarse a la ciencia no debería implicar el sacrificio de la calidad de vida o problemas de salud mental.
El país nunca será una potencia tecnológica si muchos estudiantes pierden la salud de camino. Tampoco se avanzará en la industria mientras no se certifique la calidad educativa de los centros de enseñanza.
No ganamos nada graduando ingenieros en dos años si no saben lo básico para desempeñarse en sus carreras, aunque hayan pagado por ello millones de colones. Tampoco se beneficia el país con tiempos de graduación irracionales en universidades públicas, motivadas en gran medida por la burocracia y la falta de sensibilidad hacia la realidad del país y las personas.
Necesitamos una industria que aproveche la inmensa calidad de los profesionales que son el resultado de nuestra infraestructura, biodiversidad e instituciones. El compromiso de todos debe ser aprovechar al máximo nuestras capacidades intelectuales, ventajas geográficas, biodiversidad y recursos naturales para progresar y convertir al país en una potencia tecnológica y científica.
Cada joven costarricense que debe marcharse al extranjero a trabajar, es una oportunidad desaprovechada. Cada investigación que no consigue financiamiento y después es patentada en el exterior, es una oportunidad dejada pasar.
Costa Rica debe entender que sus riquezas más profundas no son minerales ni petroleras. Los países exportadores de materias primas en nuestra región a menudo terminan en una población empobrecida.
Tampoco podemos constituirnos en modelo de desarrollo ni aspirar a competir con otros países pagando salarios tan bajos.
En el ADN de virus, bacterias, animales, hongos y plantas de nuestro territorio se encuentran miles de respuestas a los grandes problemas que aquejan a la humanidad, y en nuestras aulas se gradúan profesionales capaces de aprovecharlos al máximo.
Costa Rica posee agua suficiente, hotspots y una matriz energética verde para volverse el mayor polo de atracción global de investigación para el desarrollo biotecnológico, y la población debe tenerlo claro.
Pero necesitamos calidad educativa, poner la ciencia al alcance de la población en todos los ámbitos y optimizar la enseñanza de tópicos científicos mediante las herramientas tecnológicas de que disponemos. Necesitamos que nuestro sistema educativo completo recuerde que su objetivo es promover el aprendizaje, los valores y la integridad humana.
En la Costa Rica del futuro, ojalá una potencia en ciencia y tecnología, los estudiantes deben querer aprender y los facilitadores deben ser únicamente aquellos con amplio dominio en su campo y vocación por la enseñanza.
Las empresas tecnológicas locales deben ser estimuladas y la investigación local deberá promoverse agilizando trámites, estandarizando procesos y reduciendo plazos de manera significativa.
La conservación de la naturaleza deberá entenderse como una inversión en tecnología para el futuro y en buena vida para la población.
En la Costa Rica del mañana, podremos pagar nuestras grandes deudas sociales y ambientales a través de iniciativas locales. Trabajemos para cristalizar este sueño.
El autor es biólogo.