Con asombro, desencanto y profunda preocupación, el soberano costarricense recibió la ingrata noticia de que Costa Rica no fue reelecta en el Consejo de Derecho Humanos de la Organización de las Naciones Unidas, el pasado 21 de octubre.
La noticia no puede causar más que una desazón incalculable. Costa Rica, país de paz, sede de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, sede del Instituto Interamericano de Derechos Humanos, promotor de la defensa de los derechos humanos en la región centroamericana como ningún otro país, pierde una elección frente a la república de El Salvador. Y yo me preguntó: ¿cuáles han sido los méritos históricos de esa nación frente al legado profuso de nuestro país? ¿Dónde queda la neutralidad perpetua, activa, no armada y activa; el plan Arias para la paz, y el Tratado Sobre Comercio de Armas, tres grandes instrumentos con los que nuestro país ha dado muestras reales y efectivas de su defensa histórica de los derechos humanos?
Misión fallida. El resultado se debe a inexperiencia diplomática y una tremenda pifia ante el concierto internacional de las naciones.
¿De que sirvió que nuestro presidente pidiera el voto para Costa Rica en la recién pasada Asamblea General de las Naciones Unidas? ¿Será que nos hicieron falta más “selfies” con diplomáticos y gobernantes para haber acuñado los votos necesarios?
Nuestro país en los últimos ocho años dio grandes conquistas en el manejo de la política exterior. En la Administración Arias Sánchez, por ejemplo, Costa Rica fue miembro del Consejo de Seguridad, y en la Administración Chinchilla Miranda se consiguió un puesto en el Consejo de Derechos Humanos. Ahora, lo logrado se fue por la borda en esta Administración Solís Rivera.
La pérdida obliga al actual Gobierno de la República y a la Cancillería a preguntarse sobre el rumbo que se desea trazar en este cuatrienio, el cual a muchos nos desconcierta cada vez más, con acciones como las que permitieron que nuestro país hubiese dado su apoyo para que la República de Venezuela ingresara al Consejo de Seguridad, y sin embargo no se tuvo apoyo alguno por parte del Alba para el puesto en el Consejo de Derechos Humanos.
Es evidente que quienes lideran los hilos diplomáticos en Nueva York nos quedaron debiendo en experiencia política y diplomática para haber asegurado esta vital y primer elección de trascendencia a la que se exponía esta administración. Definitivamente añoramos la experiencia de los antecesores, Dr. Bruno Stagno y Dr. Enrique Castillo, al frente de la diplomacia costarricense.
No dudo que, desde lo alto, grandes precursores del fortalecimiento de la diplomacia costarricense y de los derechos humanos, como don Rodrigo Madrigal Nieto, don Fernando Volio Jiménez y don Rodolfo Piza Escalante, se han de estar lamentando al unísono de que nuestro país hubiese perdido un puesto que merece por meritocracia, trayectoria y autoridad moral.
Ha perdido nuestro país en un tema que toca nuestras fibras más sensibles como nación. Confío en que esta tremenda pifia sea una lección aprendida que conlleve una rectificación y un cambio de rumbo en la política exterior de este Gobierno.