Hace 15 días, durante un viaje a una zona rural, me detuve a desayunar en una pequeña soda, y en la mesa de al lado un joven de unos 25 años y un señor, calculo que en sus 55, mientras comían, sostenían una animada conversación sobre fútbol nacional y mundial.
Cada uno demostró amplio conocimiento de la composición de los equipos, de las virtudes y falencias de cada jugador y la estrategia de juego de los diferentes entrenadores. También, exhibían un gran dominio sobre las nuevas contrataciones que deben hacerse y los jugadores que ya deben abandonar el deporte. Ambos se apoyaban en datos muy concretos.
Conversaron sobre el formato del campeonato nacional comparado con los mejores del mundo y qué modificaciones propondrían ellos si tuvieran la oportunidad.
Inocentemente, los interrumpí y les pregunté si ya habían decidido por quién van a votar en las elecciones. Se volvieron a ver: el señor frunció el ceño y dijo: “No me he decidido, es que hay tantos partidos y candidatos desconocidos que no tengo idea de a quién apoyaré, posiblemente me decida en la urna”. “Yo no sé nada de política, me da igual quien gane. Ni siquiera sé si voy a votar”, me contestó el joven.
En mis adentros pensé que qué lástima no haber logrado que se hable de política como se habla de fútbol. Si los jóvenes y adultos supieran tanto de los partidos políticos, de los candidatos y de las reglas y filosofía del juego político como saben de fútbol, tendríamos posiciones claras y definidas, ricas discusiones sobre los problemas del país y hasta posibles estrategias y soluciones para cada hogar, esquina o restaurante.
No tendríamos un 41% de indecisos a tan pocos días de las elecciones. Prácticamente, nadie está indeciso sobre cuál equipo de fútbol apoya aquí, en España, Francia, Alemania, Italia o el Reino Unido, pero pregunte usted el nombre del presidente, canciller o primer ministro, según sea el caso, de esos países, a ver cómo andan de conocimientos.
Si lográramos que en las casas se hable sobre política con la misma frecuencia y sabiduría con que se debate sobre fútbol, las elecciones serían como la final del campeonato: todos apoyando a su equipo y definiendo la selección y la estrategia ganadoras para que el país asista “al mundial”.
Los debates tendrían una gran audiencia para ver el desempeño en el campo de juego de cada candidato. En contraste, con respecto a la política, solo hay desinterés y el criterio de que todo está perdido.
Un alto porcentaje de la población desconoce quiénes son los candidatos y sus atestados, así como los programas de gobierno. También, hay mucha desinformación, especialmente en los medios digitales, y no existe interés del lector por distinguir la verdad de lo que no lo es.
Si habláramos de política como hablamos de fútbol, podríamos tener un país bien enterado de los grandes problemas y escoger mejor a la persona que nos ayude a superarlos a fin de construir un mejor país para todos.
El autor es ingeniero y corredor de bienes raíces.