
La columna de don Jorge Vargas Cullell, del 20 de noviembre, “En busca de la risa que perdí por ahí”, nos recuerda un aspecto fundamental de la vida en sociedad que a menudo damos por sentado: la necesidad de reír.
En medio de la tensión diaria, las preocupaciones, los fuertes aguaceros y la crispación que a veces domina el debate público, la risa se convierte en un acto de salud emocional y también de convivencia.
Reír nos humaniza, nos permite ver con perspectiva nuestras dificultades y abre espacios de encuentro, incluso entre quienes piensan distinto.
Ojalá retomemos con mayor intención y frecuencia esos momentos sencillos que devuelven la alegría y fortalecen nuestros vínculos. La risa, al final, no solo mejora el ánimo individual: también contribuye a construir un país más amable y cercano.
Para don Jorge: en una plaza de toros de España, el animador invita a algún visitante a torear. Un tico se arriesgó y el toro lo persiguió y lo arrastró por la plaza. Al final, el improvisado decía: “Denme la oreja, la oreja”. El encargado le reprochaba: “Usted no hizo méritos, no tiene derecho”. Y el tico le respondió fuerte: “La oreja, mi oreja, que la tiene el toro en el hocico”.
jaimemoreram@gmail.com
Jaime Morera Monge es ingeniero.