Desde tiempos remotos, la humanidad ha sido testigo de innumerables eventos naturales. Son recurrentes en el tiempo y el espacio, dimensiones básicas de la Geografía que juegan un rol importante en la mitigación del riesgo.
En semanas recientes, dos fenómenos internacionales de gran magnitud llaman a la reflexión en la dimensión local.
Blatten, Suiza, 19 de mayo de 2025: un poblado de unas 330 personas fue evacuado ante el pronóstico de un potencial desprendimiento de rocas en la ladera de las empinadas cumbres. Nueve días después, el 28 de mayo de 2025, un gigantesco deslizamiento sepultó el 90% del poblado.
Eventos similares en localidades de las majestuosas formaciones orográficas de la “Helvetia” (personificación femenina de Suiza), tales como Gondo (1991); Randa, en el valle de Matter (1991) y lago Oeschinen (Holoceno), dan fe de la recurrencia de estos. El monitoreo y la acción preventiva salvaron vidas.
Sicilia, Italia, 2 de junio de 2025: el monte Etna, con sus 3.339 metros de altura, el volcán más alto de Europa, cuyo nombre proviene del griego antiguo “Aitne” (significa “quemar” o “encender”), produjo una violenta erupción que provocó el colapso parcial del cráter sureste del volcán, así como flujos piroclásticos que constituyen un proceso dinámico que desciende por las laderas a favor de pendiente, transportando una mezcla de cenizas y fragmentos de roca, así como nubes ardientes de gases que viajan a velocidades imposibles de escapar si alcanzan asentamientos cercanos.
También en el Etna ha habido registros históricos de eventos previos, como en 1669; esa erupción devastó parte de la ciudad de Catania; la de 1928, que interrumpió una ruta ferroviaria, y las de 2001 y 2002, que causaron impacto en la infraestructura turística del sitio. Su actividad ha sido constante en las últimas décadas.
El Etna está bajo la influencia de la subducción de la placa Africana, que se “hunde” bajo la placa Eurasiática, debido a la mayor densidad de la primera.
Costa Rica no está exenta
Costa Rica, al igual que Italia, se halla en zona de subducción de las placas Cocos y Caribe, lo cual nos hace un país de alta sismicidad que genera fracturas y fallamientos, lo que lleva a la formación de volcanes con potencial explosivo.
Asimismo, la llamada Suiza Centroamericana presenta una topografía con laderas de pendiente marcada, en donde incluso en ausencia de nieve existen otros agentes con potencial para activar deslizamientos, tales como la alta precipitación, que genera saturación de suelos y aumento del peso de la masa, que, en gradientes pronunciadas, puede ceder y causar derrumbes, algunos a gran escala.
En julio de 2023, un área de 40 hectáreas cedió en el Parque Juan Castro Blanco, impactando la región de Aguas Zarcas.
La combinación de variables puede generar otras situaciones de riesgo paralelas. Como muestra, el volcán Poás, que entró en un periodo de actividad hace varias semanas, emanando gases que afectan comunidades específicas según la época del año, la dirección predominante de los vientos o la cantidad de precipitación. También está expulsando cenizas que se acumulan en la red fluvial de las montañas de una cordillera cuyas cumbres se elevan entre 2.800 y 3.400 metros sobre el nivel del mar y presentan pendientes pronunciadas que pueden acelerar la velocidad de desplazamiento de los materiales hacia zonas de emplazamientos humanos.
A inicios de junio, el Poás emitió cenizas con una pluma que se elevó cientos de metros por encima del edificio volcánico. Y el 10 de junio hizo una nueva erupción que alcanzó los 1.000 metros sobre el cráter.
El ser humano tiende a bajar la guardia cuando los eventos bajan de intensidad o se distancian en el tiempo, o cuando se “normalizan” situaciones debido a su recurrencia. Empero, no debemos olvidar la lección del volcán Irazú en 1963.
El coloso inició su periodo eruptivo en marzo de aquel año (previa actividad menor en 1962). No obstante, fue hasta la noche del 9 al 10 de diciembre de 1963 cuando la ciudad de Cartago vio interrumpida su paz ante el desastre ocurrido por el lahar, una avalancha que abarcó 126.000 hectáreas, dañó agricultura y ganadería, y destruyó más de 300 casas en San Nicolás de Cartago y la parte occidental de la ciudad, con un saldo de más de dos decenas de muertes. (Alvarado Induni, 2000). Todo esto, luego de explosiones separadas por intervalos de tranquilidad, a veces de varias semanas.
Con más razón, cuando existe evidencia de la recurrencia de fenómenos en tiempos históricos, es crucial seguir un ordenamiento territorial responsable, que considere su naturaleza y riesgos en la planificación del desarrollo y acate las recomendaciones de los expertos.
El país cuenta con profesionales e instituciones costarricenses ligados a la Academia, como la Red Sismológica Nacional (RSN), de la Universidad de Costa Rica, y el Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica (Ovsicori), de la Universidad Nacional, así como la Comisión Nacional de Emergencias (CNE), todas organizaciones esenciales que realizan una labor encomiable en la prevención y mitigación del riesgo.
Porque en un planeta dinámico, los eventos naturales siempre existirán. Se convierten en desastre cuando el ser humano se ubica en el momento y el lugar equivocados.
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Ronald Gilberto Calvo Aguilar es profesional en Geografía y Turismo Ecológico de la Universidad de Costa Rica.