No solo los colombianos deben estar inquietos por la llega de Petro al poder, sino también los países que apoyamos la democracia
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PorSilvia Gagneten Barbetta
El ascenso de Gustavo Petro como primer presidente colombiano de izquierda —con un 50,44% de los votos en la segunda vuelta electoral— inquieta no solo a sus compatriotas, sino también a la mayoría de los latinoamericanos que apoyamos la democracia, dado los desastrosos resultados que sufren los países que adoptaron esta ideología.
Petro tenía “puntos en contra”, como sus antecedentes en la guerrilla y procesos legales pendientes. Aun así, la oposición colombiana no consiguió unirse y amalgamar sus propuestas con un candidato único. Rodolfo Hernández perdió la segunda vuelta por un escaso 3,13% de los votos.
En un prolongado y elocuente discurso de corte populista, apeló a la memoria de Simón Bolívar y su histórico sable, y ofreció a la multitud hacer un gobierno del pueblo y para el pueblo, con cambios profundos, entre ellos, aumentar los impuestos a los ricos para poder mejorar la vida de los pobres (un moderno Robin Hood) y una lucha frontal contra el narcotráfico.
Hizo un llamado a la unidad e invitó a la oposición (que alcanzó 10.580.412 de votos) a participar con el gobierno.
Al mismo tiempo, encamina acuerdos entre los ejércitos de su país y el de su vecino venezolano, y designa al presidente de chile, Gabriel Boric —también de izquierda— garante de la paz interna en Colombia, donde todavía existen grupos armados activos, a los que llama a deponer las armas. Una complicada situación para Colombia y Latinoamérica.
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