La gran mayoría de los políticos consideran que la cultura es prescindible, que se puede vivir sin ella, pero no sin carreteras.
Lo viví personalmente cuando fui director de Cultura en la Municipalidad de San José; fue una lucha constante porque todos los años debía pelear por el presupuesto, salvo, claro está, si la cultura dejaba réditos políticos.
El Ministerio de Cultura es una institución que se quedó detenida en el siglo XX. Es una pesada carga para los contribuyentes, por cuanto gasta en demasía y sus resultados no son apreciados por la mayoría de la población; es un ministerio para la Gran Área Metropolitana, no llega a las zonas rurales, y si lo hace, generalmente, es con actividades poco atractivas para el público, lo cual redunda en una pérdida millonaria para la institución, ya que no recupera la inversión ni siquiera en un porcentaje mínimo. En un artículo anterior, me referí a su ineficiencia (25/7/2016).
Costa Rica se caracteriza por ser un semillero de artistas. Contamos con excelentes compositores musicales, grandes intérpretes de la música y técnicos que consiguen llevar a la realidad creaciones artísticas. También sobra talento en ámbitos como teatro, danza, artes plásticas, literatura, artes audiovisuales.
A pesar de la gran cantidad de artistas que tenemos, no existe apoyo institucional para ellos. El ente rector del arte y la cultura es el gran ausente, puesto que no ha sabido brindar el apoyo necesario a quienes lo han requerido durante, antes y después del proceso creativo.
El Ministerio no acompaña al artista mientras se consolida como tal, e incluso una vez consolidado tampoco le da asistencia logística para vivir dignamente de su obra.
Por ser una institución excesivamente grande, sus dependencias son islas que representan un pesado fardo para el Gobierno Central. La administración y producción cultural es deficitaria. Son pocos los privilegiados que reciben el favor de “la cultura oficial”.
Tampoco se preocupa por rescatar la cultura costarricense, sus costumbres y tradiciones, lo cual hace que cada vez más se incorporen tradiciones ajenas a nuestra idiosincrasia, lo que origina la aculturación, que afecta sobre todo a las generaciones jóvenes, las cuales consideran polo nuestro folclor, con sus bailes típicos, canciones y música costumbristas.
Si bien la cultura requiere ser subvencionada en alguna medida, también debe buscar los medios para ser autosuficiente en una buena parte de su producción, sin menoscabo de la calidad, de tal suerte que el Ministerio de Cultura contribuya, de otra forma, a la producción artística de sus instituciones adscritas y, al mismo tiempo, al trabajo del artista independiente, ofreciendo su infraestructura y logística en la consecución del arte.
La producción artística debe ser vista como una industria, pues lo es: la industria del cine, teatro, pintura, música, etc. Se requiere formar alianzas público-privadas con los artistas para que el arte y la cultura se desarrollen plenamente.
La industrialización del arte, las apps y la economía naranja son el complemento perfecto para fomentar la cultura en todo el territorio.
La industrialización del arte, las apps y la economía naranja son el complemento perfecto para fomentar la cultura en todo el territorio. El Ministerio de Cultura y Juventud requiere una reestructuración profunda, fusionar algunas de sus entidades adscritas para hacerlo más eficiente e insertarlo en el siglo XXI.
El autor fue director de Cultura de la Municipalidad de San José.
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La cultura costarricense, sus costumbres y tradiciones, debe ser fomentada. (Alber Marín)