Junto a una estación del tren en la India, una maestra llegaba a diario a dar lecciones. Entre el bullicio y la basura, reunía a los niños de la estación, muchos de la calle o hijos de vendedores ambulantes, para comenzar las lecciones.
La escuela nunca cerró, a pesar de la pobreza imperante en la estación. Era una escuela ubicada en el andén del ferrocarril. Así, miles de escuelas privadas de bajo costo se multiplican en naciones del sudeste asiático y en África.
Un aproximado de 92 millones de niños en la India van a escuelas privadas de bajo costo, en las zonas pobres y urbanas. Las familias pagan un mínimo, pues las prefieren a las públicas, aunque sean gratuitas.
Cada centro educativo atiende una población de 200 alumnos. Según estudios oficiales, el número de escuelas particulares asciende a 450.000 solamente en la India. Y un dato más: del 2015 al 2016, unas 5.044 escuelas públicas estuvieron casi vacías. Sí; no caiga de espaldas, con un mínimo de alumnos.
La preferencia por la educación privada es vista con aceptación. A muchas de las 12.196 primarias públicas solo asistían cinco alumnos o menos, producto del éxodo de estudiantes de las estatales a las privadas.
En la región cercana al Sahara, hay 74 millones de niños en escuelas privadas similares a las descritas y otro tanto más que no han podido ser documentadas, pero que existen bajo el mismo sistema.
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En la India, se presume que 60 millones de niños de zonas rurales también se benefician de la educación particular de bajo costo. Son mejores y los padres de familia les tienen confianza porque los educadores no faltan a sus lecciones.
África apuesta por lo privado
Kibera, barrio marginal de Nairobi, capital de Kenia, cuenta con 500 escuelas de bajo costo. También, la provincia rural de Gansu, una de las más pobres de China. Cuando menos 12.000 escuelas similares están abiertas en Lagos, Nigeria, y 430 en Monrovia, Liberia.
James Tooley, vicerrector de la Universidad de Buckingham, en su libro Really Good Schools: Global Lessons for High-Caliber, Low-Cost Education, señala que el 80% de las escuelas de Liberia, Sudán del Sur y Sierra Leona están bajo un programa de bajo costo, para familias con bajísimos ingresos, de $1,25 al día.
La novedad del libro de Tooley es la descripción de esa red, hasta ahora desconocida, de pequeñas escuelas costeadas por padres de familia en Ghana, Liberia, la India, Sudán del Sur, Nigeria y varias naciones de Asia.
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Los padres eligen los modestos centros en vez de lo público, donde reina la pereza de profesores poco preocupados por la calidad de la educación. Ellos saben que el maestro que no hace bien su trabajo será despedido.
Los escolares que pertenecen al sistema estatal en Nueva Delhi obtuvieron una media en matemáticas de 24,4, mientras las escuelas privadas, un 43,9.
En contraste, América Latina prefiere la escuela pública, aunque la pandemia mostró que hay otra educación posible para detener el hundimiento educativo.
El autor es diplomático.
