
El recién terminado mes de octubre llegó a su ocaso en medio de aguaceros y casas invadidas por ríos de lodo; las ya maltrechas carreteras fueron tragadas por los huecos, y las pérdidas materiales dejaron a cientos de personas sin una cama seca y segura donde dormir.
El mes finalizó y la patria sigue sumando asesinatos por enfrentamientos justicieros. Este año, dicen los expertos, cerrará con alrededor de 900 homicidios o más. Según las estadísticas, será el segundo año consecutivo más violento.
Esto sucede sin espasmos y casi sin asombros, porque nos hemos ido acostumbrando a que este es el país del ahora, aunque reneguemos todos los días en público y en privado. Es lo que tenemos.
Mientras todo esto acontece, el movimiento de mujeres afina detalles para convocar a la gran marcha del 25N, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Varias amigas hemos pensado ir vestidas, ese día de negro rígido, porque este año todos los tipos de violencia contra las mujeres se han incrementado. Los femicidios, la más cruel y brutal forma de violencia, llegan ya a 30 en lo que va de 2025.
No podemos dejar en el recuento de los daños el fatal retroceso en educación sexoafectiva, que nos devuelve 50 años atrás, o el cambio de norma técnica en casos del aborto terapéutico, que, contra viento y marea, este gobierno derogó porque lo había prometido en su campaña política. Y, de la manera más burda, sigue utilizando el cuerpo femenino como moneda de cambio, nada más y nada menos que con los que andan con la Biblia debajo del brazo. Todavía resta ver si logra obtener el caudal electoral de este sector; habrá que esperar la jugada final del ajedrez electoral.
No bastando lo anterior, debemos añadir los escándalos de carácter sexual que han involucrado a varios hombres en puestos de mucho poder. Los presuntos agresores del Ejecutivo fueron ungidos con un sello protector por el jefe mayor, que también arrastra una incandescente historia de acoso sexual.
El último de los involucrados es el director de la Policía Judicial, quien fue suspendido de sus funciones por la Corte Plena durante 15 días, para dar paso a las investigaciones. Esperamos que el debido proceso se cumpla en cada caso señalado, que sean juzgados y que se haga justicia. El país y las víctimas lo merecen.
No puede faltar en este breve y doloroso itinerario una mención a la violencia política sufrida por varias jerarcas y mujeres en puestos de elección popular, y no porque quien escribe estas líneas lo quisiera, sino porque faltaba la cereza en el pastel. Durante meses, muchas mujeres han sufrido acoso y violencia política, o sea han sido agraviadas precisamente en razón de su género. El ataque ha sido permanente y cruel.
Ante estas arremetidas, la defensa sostenida por la señora magistrada presidenta del Tribunal Supremo de Elecciones merece una sobrecalificación.
Su respuesta ha sido valiente, distinguida, sobria, veraz. Ningún caudillo, por más que sea llamado el “mesías” por sus seguidores, está por encima de la ley; nuestros constituyentes fueron precisos y claros. Y siguiendo el modelo heredado, dejaron conformado el Estado dividido en tres poderes, ideario que se remonta hasta Aristóteles, Locke y Montesquieu. Así, establecieron una especie de control cruzado, de frenos y contrapesos, para que a ningún aprendiz de dictador se le vaya demasiado la mano en el ejercicio del poder.
Nuestra patria nunca dejará de ser nuestro terreno, nuestro hogar, nuestra cama seca y tibia. Que no se nos olvide. El poder es transitorio, por más amenazante que parezca el futuro.
yolabertozzi@gmail.com
Yolanda Bertozzi es abogada y activista.
