
“Sé tú mismo” parece un consejo sabio, digno de una camiseta motivacional. Pero, como advierte Tomas Chamorro-Premuzic en su libro Don’t Be Yourself: Why Authenticity Is Overrated and What to Do Instead (2025), ese mantra es, en realidad, una trampa.
En el mundo del trabajo, ser uno mismo puede ser una receta para el fracaso. Un joven líder, recién ascendido, podría pensar que mostrarse vulnerable y espontáneo lo hará más cercano. Pero cuando su “yo auténtico” lo muestra tímido, indeciso o inseguro, su equipo no ve honestidad: ve desorientación en un capitán que no toma el timón, porque “no le sale”.
Otro caso: una profesional talentosa que se define como “brutalmente honesta”. En reuniones, dice exactamente lo que piensa: “Así soy yo –afirma–: directa”. Sin embargo, sus colegas no escuchan autenticidad, sino agresión. Su sinceridad la hace temida, no respetada.
En teoría, ser auténtico debería liberarnos. En la práctica, “solo sé tú mismo” puede ser el peor consejo que nos hayan dado.
La autenticidad como obstáculo
Chamorro-Premuzic desmonta la idea romántica de que el éxito proviene de “liberar nuestro yo verdadero”. En realidad, ser auténtico –entendido como actuar sin filtros, sin considerar el contexto o el impacto en los demás– puede dañar tanto las relaciones laborales como la reputación profesional.
Claro está, esta no es una invitación a mentir o a actuar como impostores. Más bien, se trata de dejar atrás la autoindulgencia emocional: la necesidad de mostrarse “tal cual uno es”, incluso cuando eso resulta perjudicial, infantil o dañino ante otros.
Luego, el relamido “Es que yo soy así” no es un acto de honestidad, sino una forma de resistirse al cambio, pura pereza emocional. Más que declaración de autenticidad, es el refugio de quienes temen transformarse y se niegan a evolucionar, a aprender, a pulir las aristas del propio carácter.
Bien decía el escritor Eduardo Galeano: “Somos lo que hacemos para cambiar lo que somos”, un proceso en evolución. Sumado a lo anterior, Chamorro-Premuzic señala que uno de los grandes errores consiste en pretender que el “yo” es una entidad fija, estable y única, cuando en realidad somos una constelación de yoes posibles: versiones que emergen según el contexto, la audiencia y la función a la que respondemos.
Así, “ser tú mismo” no es un punto de llegada, sino una continua elección entre versiones de cada quien que pueden funcionar más o menos en distintos escenarios. En otras palabras: no es que debas dejar de ser tú, sino comprender que el “tú” que tienes en mente acaso no sea el más útil.
Lo más irónico es que quienes más insisten en “ser ellos mismos” suelen ser los menos conscientes de sí mismos. Y la autenticidad sin autoconocimiento (ignorante de qué partes de sí conviene amplificar y cuáles necesita regular) es tan peligrosa como la mentira deliberada.
Para quienes estén pensando en poner manos a la obra, la invitación es a sustituir la autenticidad por la autoconciencia estratégica. No se trata de fingir, sino de elegir qué versión de nosotros es más útil para cada situación. Para ello, debemos:
- Priorizar la autoconciencia sobre la autenticidad. Entender cómo nos perciben los demás es más valioso que simplemente “ser nosotros mismos”.
- Adoptar una mentalidad de crecimiento. Si ser auténtico te impide mejorar, entonces tu autenticidad se ha vuelto un límite, no una virtud.
- Ejercitar la inteligencia emocional. No todo lo que sentimos debe expresarse. La madurez consiste en elegir cuándo y cómo hacerlo.
- Recordar que el yo no es fijo. Somos versiones en evolución; cada contexto exige una calibración distinta de nuestra personalidad.
En tiempos en que “ser uno mismo” se ha vuelto una marca personal, confundimos la sinceridad con el desahogo y la transparencia con la falta de filtros. Pero el trabajo –como la vida– no premia a quien más se desahoga, sino a quien mejor se transforma. La autenticidad que importa no es la que nos hace sentir cómodos, sino la que nos empuja a crecer. Así que la próxima vez que alguien te diga “Sé tú mismo”, sonríe y responde: “Gracias, pero prefiero ser mi versión mejorada”.
enrique.margery@gmail.com
Enrique Margery Bertoglia es educador.