
Tita Ani:
Para empezar, debés saber que redactar esta carta fue un ejercicio muy desafiante.
¿Cómo hago para resumir nuestros 26 años de complicidad en un par de páginas? ¿Será que empiezo recordándote la vez que dabas gritos y querías llamar a los bomberos porque metí la cabeza entre una reja del parque y no la podía sacar? ¿O cuando usaste tu libre albedrío conmigo, me cortaste el pelo como guacal y así salí en mis fotos del anuario de tercer grado?
¿Y cómo olvidar las espinadas que nos dimos por andar arrancando frambuesas en San Ramón de Tres Ríos? ¿Cuántas horas te tuve que esperar en el parque de Alajuela porque todo el mundo te conocía y no te ibas sin despedirte hasta de la estatua de Juan Santamaría? Eso sí, mi paciencia siempre fue muy bien recompensada con un helado de sorbetera con gelatina de la heladería ubicada afuera de la (iglesia de la) Agonía.
Fui un cómplice tan leal que heredé tu mismo enemigo: el gluten.
Qué afortunado fui el día de la repartición de abuelitas, porque recibí trato preferencial. Tengo que enviarle algún regalo al encargado de ese departamento, porque me dio el privilegio de vivir una infancia de lujo.
Los que te conocieron saben muy bien que uno de tus mayores anhelos era convertirte en abuelita y también saben cuán extraordinaria y calificada estabas para asumir ese puesto. ¡Es que no muchos podrán entender lo que significa tener un hada madrina como abuela!
Convertiste tu casa en un museo con nuestros dibujos y fotos. Esa casa, además, se transformó en escuela, cine y salón de baile. Fue de los más exclusivos restaurantes de la zona, con los mejores platillos y postres libres de gluten. Transformada en teatro, fue el escenario donde juntos nos presentamos frente a cientos de peluches y millones de ácaros. Ni siquiera enfermarse era tan malo, porque aun con dolor de muelas, panza o corazón, sabía que iba a recibir los mejores cuidados.
Pero, bueno, hay algo que, por andar de despistados, se nos olvidó. Porque mientras, cantando y riendo, hacíamos barquitos con las cáscaras de naranja, o nos burlábamos de Tito Bob porque se inventó una palabra en Scrabble; mientras me enseñabas el correcto uso del diptongo y el hiato, o me dabas el honor de entregar tu mano el día de tu boda, se te olvidó enseñarme cómo sigo yo adelante por la vida sin mi Tita.
Esta será una nueva etapa para mí. Ya en alguna ocasión, cuando conversamos sobre nuestra amiga la muerte, te comenté que esta era una estación que me aterraba, una en la que nunca había estado y una en la que no me quería bajar.
Muchas veces me contaste sobre tus encuentros con ella y cómo no había razón para temerle. Lo dijiste en la estrofa de uno de tus poemas: "No temo tu presencia, te respeto, y sé que tu trabajo haces muy bien, mas toma un poco de tu eterno tiempo para uno a otro podernos conocer".
Y aunque, ahora sí, me tocó conocerla sin aviso ni advertencia, aunque me dejó un gran vacío en el corazón e hizo que mi mundo perdiera un poco de su magia y su color, sé que todo el dolor que siento, todo el miedo, la angustia y el vacío, es solo la manifestación más pura de todo el amor que nos tenemos.
Estoy tranquilo porque no quedó ningún “te amo” sin decir, porque te di abrazos hasta el cansancio y porque nos llegamos a conocer tan profundamente que nuestras almas estarán eternamente entrelazadas.
Aunque nos toque separarnos un ratito, sé que estarás ocupada pintando el cielo de colores, descansando en las nubes y volando con mariposas. Estaré guardando un poco más de silencio para escuchar tu voz en el viento y voltearé mi mirada hacia arriba para ver si alguna estrella me guiña más que el resto.
Te seguiré viendo sin esfuerzo en las rimas y en los versos. Te veré en los capuccinos con tres cubitos de hielo y en los blowers recién hechos. En los vestidos morados, las empanadas de piña y los papeles de regalo en Navidad. Te voy a ver en esa forma tan nuestra de contar las historias con vueltas y adornos, porque los dos sabemos que una historia nunca está completa sin un poquito de drama y exageración.
Te amo y te extraño desde ya. Nos vemos en un ratito para comer juntos frambuesas otra vez. Te amo.
Manfred Schlager Chaves es comunicador audiovisual y multimedial.