El Siglo de las Luces, como se conoce el siglo XVIII, fue el tiempo en el que científicos, escritores, artistas y filósofos iluminaron a la humanidad con un movimiento que concibió la razón y el conocimiento como las bases para construir un mundo próspero, libre de ignorancia.
La Ilustración, el iluminismo, como se llamó a esa corriente revolucionaria en la sociedad europea y que luego extendería su influencia en América, entendía el conocimiento verdadero como fruto del razonamiento, la observación y la experiencia y, fundamentalmente, como la vía más adecuada hacia el progreso social.
Tres siglos después de esa revolución pacífica y transformadora que promovió el desarrollo de la ciencia, contribuyó a terminar con los absolutismos y fue fundamento para la división de poderes y el respeto a la libertad de pensamiento, un grupo de mujeres costarricenses destaca por sus aportes extraordinarios a la construcción de un mundo en el cual imperen la paz, la justicia, el desarrollo con equidad y la prosperidad, metas sin duda entrelazadas con las ideas de Montesquieu, Voltaire y Rousseau.
La actuación global destacada y reconocida como jueza y presidenta de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte-IDH) de Elizabeth Odio Benito; en la Secretaria General Iberoamericana, de Rebeca Grynspan, designada secretaria general de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo; de la nueva subdirectora general de la Organización Mundial del Comercio (OMC), Anabel González; y de la presidenta de las negociaciones sobre agricultura de la OMC, Gloria Abraham, otorga a Costa Rica una dimensión poco usual para un país latinoamericano.
También conforma un ejemplo fascinante que —al tiempo que acrecienta el soft power costarricense— dice mucho de una nación asentada en un pequeño territorio, pero cuya presencia se ha tornado indispensable en la mesa de discusión y en la búsqueda del consenso para afrontar los más acuciantes problemas globales.
Constituye un orgullo que tres de ellas —Gloria Abraham, Rebeca Grynspan y Anabel González, en distintos momentos de sus carreras profesionales— hayan trabajado en el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), organismo especializado en desarrollo agropecuario y rural.
En ese grupo selecto también están Christiana Figueres Olsen, antropóloga y economista cuyas contribuciones al combate del cambio climático son enormes, y la expresidenta Laura Chinchilla, destacada en el ámbito interamericano.
Todas estas mujeres, que contribuyen a iluminar al mundo, son ya parte indivisible del papel constructivo y proactivo en la arena global que tiene Costa Rica, y que es un verdadero capital propio del país.
A ellas nuestro agradecimiento y admiración. Su desempeño abre nuevas oportunidades para construir relaciones simétricas y solidarias, y ayuda a consolidar, a la vez, la densidad de la nación costarricense.
El autor es director general del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA).