Gran trabajo el de los productores de la miniserie Adolescencia, presentada en la plataforma Netflix: en cuatro capítulos, nos sumergen de manera profunda y sin tregua en el mundo de los adolescentes y sus principales ecosistemas: el ecosistema familiar, el escolar y el digital, así como la compleja configuración interna del propio adolescente protagonista, quien asesina a una compañera de colegio con un cuchillo.
De este modo, se moviliza un cuestionamiento necesario acerca del vacío de sentido y orientación en el que se encuentran muchos grupos de adolescentes.
La serie destaca a los adolescentes varones que deben resolver su afirmación identitaria en un contexto donde las mujeres han avanzado en su agencia y empoderamiento. Los roles tradicionales basados en la masculinidad tradicional ya no resultan efectivos para establecer las relaciones con ellas.
El coproductor de la serie, Jack Thorne, motivado auténticamente por la ocurrencia de casos reales de asesinatos de adolescentes a otras adolescentes mediante arma blanca, se dedicó a investigar y encontró un mundo en su país con probable influencia en otras partes: la “manósfera” (red de sitios web, blogs y foros en línea que promueven la masculinidad enfatizada, la hostilidad hacia las mujeres o misoginia, y una fuerte oposición al feminismo) y la cultura “incel” con todos sus asociados (redes sociales, influencers, blogs, seguidores).
Aquí se entregan respuestas simples (y peligrosas) a la necesidad de autoafirmación efectiva en medio de la ansiedad y desorientación adolescente frente a las frustraciones experimentadas con sus pares femeninas.
Incel (del inglés involuntary celibate) es un término que fue generado para denominar a cualquier persona que estuviera sola y que nunca tuvo relaciones sexuales, ni relaciones, y enfrenta la soledad. Entre los adolescentes descritos en la serie, es un insulto que significa que nunca va a ser atractivo sexualmente.
En la manósfera, su frustración se explica por el principio del 80/20: consideran que el 80% de los hombres no va a tener acceso sexual a las mujeres. Así quedan expresadas las preocupaciones de la temprana adolescencia y normalizada su experiencia de dificultad y exclusión.
La búsqueda de pertenencia y autoafirmación masculina se da a través del odio y la violencia hacia las mujeres. Se justifican los discursos misóginos, machistas y violentos, en una narrativa peligrosa que las fija como blanco de conquista y, a la vez, como blanco de odio. Se mandan emojis agresivos entre muchachos y muchachas.
Los avances de las mujeres en su empoderamiento, agencia y nuevas oportunidades, no han ido acompañados de nuevas formas de autoafirmación masculina ni de propuestas de formas más integrales de desarrollo para ellos. Ante la ausencia de aceptación o capacidad de elaboración de masculinidades alternativas, el backlash (vuelta atrás) es visto como la solución. En estos grupos de jóvenes, pueden influir las construcciones masculinas en transición que les presentan los hombres adultos. Las reacciones del padre del adolescente muestran su afectuosa, dura y contradictoria búsqueda de adecuación.
Con gran acierto en la serie, nos van llevando paso a paso a conocer tanto el psiquismo del protagonista de 13 años, como su universo relacional.
El adolescente vulnerable, sin muchos amigos, pasa horas metido en la computadora, lleno de ira y odio hacia las mujeres. Es central su relación sexualizada con la figura femenina. Sube fotos a Instagram de mujeres mayores desnudas, en un intento por ser aceptado en la cultura reinante; además, tiene un intercambio agresivo con la muchacha que le atrae, en la que ella lo tilda de incel, lo que tiene un efecto devastador. Se convence, de manera ingenua, de que debe odiar a las chicas y que es justificable matarla.
Así estalla el drama. La ilusión de invulnerabilidad se rompe al trasladarse del mundo interno y la fantasía digital, a la realidad. “Papá, papá”, grita el joven y busca a su padre que lo rescate. Pero es demasiado tarde.
Pero, ¿cómo pasó eso? ¿Cómo fue posible? ¿De qué nos perdimos? ¿Qué no entendimos?
La serie muestra todos los ámbitos donde los productores encuentran fallas: el gobierno, la comunidad, la familia, el colegio, las leyes, la soledad de los adolescentes para enfrentar la vida. En el terrible final: “Lo pude haber hecho mejor”.
Una línea positiva es la comunicación intergeneracional. Un adolescente que va al mismo colegio que el protagonista le explica a su padre todo lo del mundo de la manósfera y la cultura incel, y lo orienta.
La miniserie deja valiosas lecciones y desafíos. La protección inteligente de los adolescentes no radica en no dejarlos salir, ni dejarlos aislarse en su cuarto. Está en facilitar la búsqueda activa de formas de pertenencia e inclusión no violentas. La vía es cultivar el desarrollo de manera constructiva y lúcida, con guías y políticas apropiadas en una sociedad que, lamentablemente, es cada vez más incierta.
Dina Krauskopf y Ana Lorena Rojas son psicólogas.
