Cuando el líder chino Jiang Zemin visitó Latinoamérica en una gira de 13 días en el 2001, los lazos económicos y políticos entre ambas regiones eran mínimos. Siguieron otras visitas de alto nivel, y el comercio bilateral se disparó hasta los $445.000 millones en el 2022), lo que convierte a China en el segundo destino de las exportaciones latinoamericanas y el primero de las suramericanas.
En la última década, Xi Jinping visitó dos veces Argentina y Brasil, y otros nueve países latinoamericanos y caribeños. A la vez, China tiene acuerdos de libre comercio con Chile, Costa Rica y Perú, está a la espera de que entren en vigor los firmados con Ecuador y Nicaragua, y está en negociaciones con otros países.
También ha realizado inversiones por valor de unos $150.000 millones en la región, y sus bancos estatales han prestado unos $140.000 millones a varios de los 21 países que han pasado a formar parte del universo de La Franja y la Ruta.
Es justo decir que, al menos comercial y financieramente, China y América Latina tienen un matrimonio de intereses. América Latina busca oportunidades de diversificación económica y desarrollo con capital, financiación y experiencia chinos en energía, energías renovables o telecomunicaciones. China, acceso a productos básicos tradicionales, materias primas críticas más modernas, alimentos y mercados.
Con todo, la parte menos transparente de esta narrativa ampliamente conocida para América Latina tiene que ver con su vertiente política y diplomática, cuyo telón de fondo son las tensas relaciones geopolíticas entre China y Estados Unidos.
En este contexto, es esencial comprender la visión del mundo de Xi Jinping y su agenda para reformular el sistema de gobernanza mundial de modo que se adapte a los intereses de China.
Con este fin, Xi ha proclamado las Iniciativas de Seguridad Global, Desarrollo Global y Civilización Global, diseñadas para atraer a otras naciones a su órbita y socavar el sistema de alianzas preexistente asociado a Estados Unidos y otras democracias de tendencia liberal.
A principios de año, en el décimo aniversario del lanzamiento de la Iniciativa de La Franja y la Ruta y con el objetivo de “construir una comunidad con un futuro compartido para la humanidad”, el gobierno chino publicó una extensa propuesta para la reforma y el desarrollo de la gobernanza mundial. ¿En qué consiste?
El “futuro compartido para la humanidad” es el código del Partido Comunista chino para un orden mundial dominado por China. La parte de seguridad incluye referencias generales a la integridad soberana y territorial y a la seguridad nuclear, así como a Ucrania, la península de Corea, Oriente Medio y el norte de África.
Otra parte abarca el desarrollo económico y la globalización, la seguridad alimentaria y el desarrollo con bajas emisiones de carbono. La parte sobre civilización incluye referencias los derechos humanos, tema que China considera delicado, junto con llamamientos al intercambio cultural, el aprendizaje y los valores.
Hay una cuarta área de gobernanza que cubre las nuevas fronteras de la ciencia y la tecnología, incluidos la inteligencia artificial, el ciberespacio, la bioseguridad y los océanos; y una sección final que pide un papel central más relevante para las Naciones Unidas y otros organismos internacionales, pero, habría que decir, “con características chinas”.
De hecho, el comportamiento de voto en las Naciones Unidas, y en algunas de sus agencias como el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, y también en la Organización de los Estados Americanos (OEA) habla de un cambio gradual por parte de las naciones en cuanto a sus lealtades e intereses, con China ofreciendo iniciativas y posiciones de gobierno alternativas en su intento de erosionar el orden estadounidense en el hemisferio occidental.
El precio por el capital, los préstamos o el comercio chinos es la lealtad política. En su forma más cruda, ningún país puede mantener lazos diplomáticos con China si no renuncia a reconocer a Taiwán. En materia de relaciones internacionales y política exterior, se espera generalmente que los países se alineen con las narrativas y políticas chinas y voten en el “sentido correcto” cuando llegue el momento.
Sin embargo, la principal contradicción de la estrategia china para replantear la gobernanza mundial, con la que los países de América Latina tendrán que lidiar en el futuro, es el concepto de lo que China denomina “verdadero multilateralismo” en las relaciones internacionales.
En el verdadero multilateralismo todas las naciones son iguales, pero la opinión de China sobre las naciones iguales no se extiende a Japón o la India, ni actualmente a Filipinas, por ejemplo, ni a muchas otras naciones a las que desprecia o ve con hostilidad o recelo.
Siempre que considere que los países están “de su lado”, la versión de Pekín del multilateralismo persistirá mientras intenta animar a las naciones, incluidas las latinoamericanas, a alinearse con el modelo chino de “capitalismo subsidiado”, adoptar sus normas y protocolos tecnológicos y empresariales, e incorporarlas a un nuevo sistema de gobernanza centrado en China.
Sin embargo, este camino podría complicarse si, por diversas razones, la economía china se ralentizara bruscamente, como está ocurriendo, si su apetito por las materias primas disminuyera con la contracción del sector inmobiliario, o si se produjeran reacciones en contra de sus credenciales en materia de gobernanza y seguridad.
George Magnus es investigador asociado del China Centre de la Universidad de Oxford y en SOAS (Londres), autor de “Red Flags: Why Xi’s China is in jeopardy” y colaborador del proyecto Análisis Sínico en www.cadal.org.