
¿Cómo escribir algo para la reina de las palabras?
¿Cómo elegir las combinaciones entre todo el abecedario, usando esas mismas letras que bailaban para ella?
Porque tan solo iniciando la lista está la A de Ani, de amiga, de ánimo, de Alajuela, de ángel, de abuela.
O la B, una de sus favoritas, no solo por ser la inicial de su apellido o por las bibliotecas que llenó, sino porque la usaba cada día para llamar a su amado esposo Bob.
O la H de hija, de hermana y de hada.
La M de magia, de maestra y de mamá.
Pero también le pertenecen la T por la ternura, la N por la niñez, la E por educación y la P por la poesía.
Ani está en todos los rincones de la casa, en los estantes de miles de bibliotecas, entre las sábanas calientitas de aquellos que se han quedado dormidos leyendo uno de sus cuentos.
Ani va en la mochila de las viajeras para disfrutar con ellas un viaje en tren, y también es cómplice de tantos mamás y papás que lograron que, al entregarles un libro, se olvidara una pataleta.
Ani le puso ritmo al que pudo ser un aburrido acto cívico, les resolvió la tarea a muchas familias y compartió ese 100 que resultó de la exposición de uno de sus maravillosos poemas.
De Ani no podemos hablar en pretérito. Ella nunca pasará.
De Ani se debe hablar siempre en presente, porque ella escribe, ella sueña, ella ama, ella brilla, ella canta, ella es.
Eso sí, como su hija, quisiera pedirles hoy un mayor uso de la forma verbal del imperativo, pero no para dar órdenes, sino para hacerles tres peticiones, casi como esas reglas que recibían a sus alumnos al llegar cada día al aula.
Primero: es imperativo volver a la lectura, a poner la educación en el centro; a tener escuelas limpias, llenas de colores, de bibliotecas con personajes de realidad y de ficción, donde los niños y las niñas encuentren no solo maestros y maestras amorosas, sino también un plato de comida caliente y nutritiva, y un espacio para ser y crecer en paz.
Segundo imperativo: sanemos nuestro sistema de salud pública. Ani estuvo una semana en la Unidad de Cuidados Intensivos, donde recibió la mejor atención, desde la ciencia y también desde los cuidados. Nuestra gratitud al personal del Hospital México, y mi invitación a fortalecer nuestra Caja para que cada persona tenga la misma oportunidad que tuvo Ani de ser atendida y tratada dignamente.
Tercero: es imperativo volver a hablar bajito, con ternura; dejar los gritos y la violencia verbal, la simbólica; y, especialmente, alto a la violencia contra las mujeres. Cuando los hombres de nuestras vidas son seguros y amorosos, las mujeres podemos florecer.
Y, como es de suponer, no puedo terminar este mensaje con mis palabras, sino con las de ella:
Las mamás nunca se van
Las mamás nunca se van,
tan solo cruzan la puerta
dejándola un poco abierta
para amansarnos el pan.
Las mamás nunca se van.
Aunque ya no puedas verla
con su mágica presencia
Siempre a tu lado estará.
No te hablará con palabras
pero puedes escucharla
si le pones atención.
Su lenguaje hoy es más suave,
porque ella tiene la llave
para abrir tu corazón.
Adonde quiere que vayas
te seguirá su mirada
y seguro vas a estar
porque en su mano la tuya
ella siempre tomará.
Deja a un lado la tristeza,
la pena y la soledad
y disfruta su presencia
más allá de lo real.
Porque, aunque crucen la puerta,
las mamás nunca se van.
Ani Brenes
karlachaves@proximacomunicacion.com
Karla Chaves Brenes es comunicadora estratégica y social, y directora regional de Próxima Comunicación.