En nuestros días observamos que cada día es más difícil acceder a convertirse en una persona activa para la sociedad, un trabajador, debido a la gran cantidad de competencia o por los inmensos atestados que se piden como requisitos.
Pero ¿nos hemos preguntado sobre aquellas circunstancias en las que un trabajador decide renunciar de su empresa?, aquel sitio seguro, fuente de un salario y beneficios. Señalaremos una inquietante sombra del panorama laboral, que es ya una conocida tendencia; se trata del “despido silencioso”.
El despido silencioso es una técnica practicada para crear un ambiente laboral hostil e insostenible y forzar la renuncia del empleado. En nuestro país, a pesar de tener excelentes garantías, esta práctica es un significativo desafío, debido a la sutileza y poca prueba para señalarla.
En Costa Rica puede observarse cuando al empleado le asignan tareas irrelevantes, exclusiones deliberadas a reuniones o proyectos, negación de oportunidad de crecimiento, “ghosting laboral”… Todo esto conlleva que el trabajador se desmotive, socavando su autoestima y forzándolo a considerar la dimisión. Por supuesto, la renuncia permite al empleador evadir costos e indemnizaciones.
Esta horrible práctica trae consigo consecuencias como incertidumbre y deterioro de salud mental manifestado como ansiedad, frustración y depresión, debido a la pesada carga psicológica de verse infravalorado o indeseado. Además, la ausencia de un proceso de despido formal obstaculiza la justificación ante futuros empleadores.
Desde la perspectiva organizacional, el despido silencioso genera ambientes de desconfianza y baja moral, pues si la empresa busca aligerar costos inmediatos, a largo plazo esto afectará su reputación, haciéndole difícil la atracción y retención de talento. Aunque nuestra legislación es robusta, es notoriamente arduo acumular detalles probatorios necesarios por parte del trabajador para exponer esa situación, ya que muchas de las pruebas se consideran circunstanciales y colocan al trabajador en una posición de vulnerabilidad.
Y, por supuesto, muchos temen ser víctimas de este despido silencioso, o quiet firing, por el ambiente de inseguridad o de represalias en caso de que quieran denunciar sus casos. Aunque se han recibido reportes ante el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, la sutil y sigilosa naturaleza de este despido lo hace escurridizo para cualquier acción legal contundente.
En conclusión, el despido silencioso es un gran desafío contemporáneo para nuestro derecho laboral, pues los datos y la jurisprudencia lo engloban dentro del acoso laboral o de casos de ruptura contractual con responsabilidad patronal. El impacto no solo trasciende cifras, sino que produce un elevado costo humano y la gradual degradación de la cultura organizacional.
Abordar este fenómeno no implica solo fortalecer los mecanismos de denuncia y de prueba, sino también la conciencia empresarial y humana, pues esta práctica deja una huella ética y económica. Esto es especialmente relevante en Costa Rica, un país líder en defender derechos y el cual se promociona como un territorio de dignidad y seguridad.

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Alexandre Cruz Dávila es abogado.