
El 26 de octubre del 2022, este diario publicó dos artículos de opinión, uno relacionado con el descenso de 13 lugares sufrido por Costa Rica en el índice de innovación global (“Desplome tico en innovación”) y otro (“Mañana es tarde para la ambición climática”) sobre los mecanismos de corrección de malas prácticas ambientales y cómo el país es ejemplo por su abordaje del programa de recarbonización de suelos agrícolas de la ONU.
El autor del primero planteó revertir lo ocurrido promoviendo la bioeconomía, y citó al Foro Económico Mundial, que en el 2020 sugirió que transacciones socioeconómicas basadas en la naturaleza eran capaces de generar $10 billones en oportunidades de negocios y 395 millones de empleos para el 2030.
También en estas páginas, Christiana Figueres (“El mundo necesita una revolución alimentaria”) se refirió a la relación entre la salud de los suelos y la producción de alimentos, y el desarrollo de nuevas formas de cultivo perenne, en lugar de los de ciclo anual.
El economista Víctor Umaña, por su parte, el 9 de octubre del 2022, en “Inversión en agricultura”, planteó interrogantes en el ámbito de la innovación agrícola y cuáles son las prioridades del país. Resaltó el imperativo de aumentar la inversión en agricultura, crear mejores empleos y fomentar la seguridad alimentaria para cerrar la brecha de desarrollo entre la Gran Área Metropolitana (GAM) y las zonas rurales.
Hace menos de un año, La Nación informó de que, según el Programa Estado de la Nación, la GAM concentra el 72,3 % de la producción del país y el motor impulsor de la economía durante décadas ha sido el régimen de zona franca. No obstante, en la GAM está la gran mayoría de las empresas beneficiarias y solo 2 de cada 10 que ingresaron al régimen en los últimos cinco años se ubican fuera de la GAM.
Los cantones con menor índice de desarrollo humano, la agricultura, la ganadería y la pesca representan más del 40 % de la producción. La ley de fortalecimiento de la competitividad territorial para promover inversiones fuera de la GAM pareciera ser una gran oportunidad para la zona rural eminentemente agrícola, cuyo rezago en términos de desarrollo es parte de la agenda económica y social de los gobiernos.
¿Será muy ambicioso pensar en la Costa Rica rural como un centro de innovación agrícola, un laboratorio de investigación para la optimización de los suelos y un punto de confluencia de inversión y conocimiento, que la ponga a la vanguardia en un mundo que, dadas las necesarias medidas de mitigación del cambio climático, exigirá técnicas cada vez más verdes en la ejecución de la actividad agrícola y, en general, de la producción de alimentos?
¿Será fantasioso pensar que la marca país dirá al mundo que Costa Rica es esencial en el desarrollo de tecnologías de punta y el diseño de procesos de certificación de sistemas de producción alimentaria ambientalmente amigables?
La confluencia de muchos microclimas en una pequeña extensión geográfica de fácil acceso, la biodiversidad abundante y el talento humano parecieran ser los mejores aliados para que quienes se dedican a la agricultura no sean desplazados, y pasen a formar parte de una innovadora cultura de cambio ambiental, capacitándose en nuevas y eficientes técnicas de fertilización y cultivo, para convertir sus fincas en granjas experimentales y abrirles la oportunidad de vender al mundo programas de pago de incentivos ambientales por buenas prácticas.
Todo lo anterior de la mano de fuerte inversión extranjera presente en esos epicentros de innovación agrícola. Suena ambicioso, pero los promotores de negocios y de atracción de inversión con que contamos sabrán cómo rentabilizar esta gran oportunidad.
El autor es abogado.