
FIRMAS PRESS.- El ataque de Rusia contra Ucrania ya va para tres años. Es la guerra abierta que inició Vladimir Putin a finales de febrero de 2022, al invadir y asediar con su ejército la soberanía de los ucranianos.
A pesar de que su ofensiva militar hasta ahora no ha sido capaz de subyugar al país vecino y se enfrenta a un adversario resistente como el presidente ucraniano, Volodomir Zelenski, el gobernante ruso no tiene intención de parar hasta coronar su aspiración imperial. Por eso, sus diálogos con el presidente estadounidense, Donald Trump, son mera pantomima (a la que se presta el republicano) para ganar tiempo, mientras su gran aliado, el mandatario chino Xi Jinping, lo apoya logísticamente en el cambalache de quién acaba por tener las riendas en la geopolítica internacional.
Putin juega sucio fuera y dentro de casa, donde la oposición es reprimida y se ha asegurado continuar en el poder al modificar la Constitución. En cuanto a sus argucias contra Europa, cada vez finge menos (si es que alguna vez guardó las formas) en lo referente a su intención de extender sus garras en el Báltico y hasta Polonia, antiguo satélite de la era soviética. Lo que ocurrió hace unos días, cuando los polacos tuvieron que neutralizar y derribar al menos 19 drones aparentemente operados por Rusia, fue, una vez más, motivo de alarma en una región que se ve amenazada por los peligrosos avances del Kremlin.
La pregunta que está en el aire es si la incursión de drones en Polonia fue un acto deliberado o consecuencia de los desvíos que se producen por las interferencias que la nación atacada (Ucrania) pone en marcha para detener una guerra híbrida que combina armamento convencional con las técnicas más nuevas.
Esta vez, Moscú ha preferido manejar la ambigüedad, tal vez porque es una ocasión idónea para calibrar a lo que está dispuesta la alianza de la OTAN si Rusia tira la piedra más allá de su objetivo evidente. Al fin y al cabo, el incidente se produce poco después de que una serie de países acordara, en París, suministrarle apoyo a Ucrania ante un eventual fin del conflicto, para asegurar la integridad territorial del país invadido.
En todo momento, Putin ha amenazado con atacar a cualquier nación que llegara a prestar más respaldo militar del que ya se le ofrece a Zelenski: que es limitado, sin tropas aliadas sobre el terreno, con diferencias entre los propios países que lo apoyan y, más grave aún, sin el soporte de la actual administración estadounidense, más prorrusa que a favor de la OTAN y del conjunto de la Unión Europea (UE).
El primer ministro polaco, Donald Tusk, no se toma a la ligera este suceso con Rusia (que tampoco es el primero) y asegura que no recuerda un momento tan grave desde la II Guerra Mundial. Es un llamamiento que hace el gobierno polaco sobre la importancia de reforzar la unión entre los miembros de la OTAN frente a las ofensivas de Moscú.
Por esa razón, Tusk invocó el artículo 4 de la alianza, que consiste en llamar a consultas a todos los miembros, con el fin de valorar una situación en la que está en peligro la integridad del territorio nacional por una fuerza enemiga. Es un movimiento que dista de aplicar el Artículo 5 (por medio del cual se activaría una eventual acción militar), pero pone en evidencia que la Europa democrática que respalda a Ucrania no puede bajar la guardia y debe invertir en un rearme sólido para hacer frente a un goloso enemigo de las libertades.
En este gran teatro de la política, todos se cuidan mucho a la hora de escoger el lenguaje de los dardos antes de pasar a mayores: los líderes de la OTAN y de la UE no hablan de “ataque”, sino de “violación del espacio aéreo”; desde el Kremlin ponen cara de póker y no aclaran si se trató de algo deliberado o simple error; el propio Donald Trump lanza un mensaje críptico en sus redes sociales después del hecho con un “¡Allá vamos!”, que es lo mismo que no decir nada ni mojarse cuando se trata de su amigo ruso.
El peligro radica en que en este cuento del lobo (nadie tiene dudas de quién es el lobo), un día, la confusión entre lo “deliberado” y un “accidente” acabe por desatar ese momento tan grave y definitivo sobre el que advierte el primer ministro polaco. Una cosa es la semántica y otra, el reguero de muertos que dejan las guerras.
Red X: ginamontaner
Gina Montaner es periodista.