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La tecnología 5G mejoraría todos los aspectos de la vida cotidiana.
Siendo el espectro radioeléctrico un bien de interés público, se me atosiga la cabeza y no encuentro las razones por las cuales el ICE no accede a concederlo a las autoridades gubernamentales para efectuar la necesaria subasta pública, habida cuenta de que la institución gozará de una buena porción del pastel.
En respuesta a tan obstinada retención, el gobierno habrá de ponerse ropas de rescatista con el propósito de recuperar lo que es suyo, a menos que el traje sea tan medroso y fantasmal que le impida atar a su cintura el espectro que ostenta el ICE.
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La tecnología 5G significa mayor ancho de banda, lo cual se traduce en más velocidad para publicar datos. Ya que la lentitud, el conformismo y la Selección Nacional de Fútbol masculino son las grandes pasiones de nuestra idiosincrasia, hemos transformado la actividad de correr velozmente en solo caminar un poco más rápido y ser disconformes con dar grandes gritos de protesta en las calles o los hogares.
Así, que evitemos enfermar el ánimo albergando próximas y venturosas ilusiones de que la tecnología 5G visitará el edificio en la Sabana con la presteza que anhelamos. Entonces, veremos con torcida sonrisa que mientras el mundo se apresura con diligencia hacia nuevas tecnologías nosotros, dando pasitos por la cuneta, nos rezagamos sin dar el salto a la ancha calle de la innovación tecnológica.
Para poner en ejecución la 5G, se requiere una mezcla de grupos de bandas o frecuencias que deben ser subastados. La argamasa de bandas o frecuencias es materia ignota y casi mística para mi rudimentario cerebro. No obstante, la palabra subastar es tan conocida que presumo que para una parte de los empleados y jerarquías del ICE el vocablo es sinónimo de pérdida, de menoscabo y naufragio de la soberanía nacional e institucional, y ya conocemos las consecuencias de estos juicios en algunas instituciones públicas.
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No hay ciudadano que se precie de serlo que ponga en duda la visionaria obra de Jorge Manuel Dengo y otros verdaderos y comprometidos iceístas contemporáneos. Sin embargo, la institución, ayer dinámica y creadora, se ha convertido en una especie de criatura que camina pesada y lentamente, como si tanta cosa dentro de su estómago le impidiera agilidad y pronta respuesta.
Desde hace más de dos años oigo sonidos irregulares y preocupantes arritmias en el corazón del ICE, junto con una infortunada rigidez funcional. Ojalá la tecnología 5G no constituya un diagnóstico de que el enfermo padece de artritis institucional y que esta, de acuerdo con la ciencia médica, empeorará con el tiempo.
El autor es educador jubilado.