
La pandemia producida por la covid-19 terminó de confirmarme que siempre hay gente presta a creerse cualquier idiotez. El truco para engañar es incorporar algunas verdades, mezclarlas con numerosas falsedades, relacionarlas con creativas especulaciones, condimentarlas con impactantes advertencias e hilvanar todo el paquete para que parezca convincente y atractivo. Esto lo vivimos durante la pandemia por el virus H1N1 y, más recientemente, durante la pandemia producida por el virus covid-19 y sus diversas variantes.
El resto es difundir el producto inventado, utilizando a alguien con buena oratoria y notoriedad académica, para que oportunistas ideológicos e incautos vulnerables, por conveniencia, temor o ignorancia, se encarguen de diseminarlo y convertirlo en aparente realidad.
En los tiempos actuales, Internet sirve de maravilla para diseminar estos despropósitos. Al final, son muchos individuos unidos para hacer daño, una conspiración. Hay conspiraciones de toda índole y procedencia. Decía Aristóteles que “el castigo del embustero es no ser creído aun cuando diga la verdad”.
Es alarmante que todavía, después de que las pandemias por los virus H1N1 y covid-19 (en distintas épocas) fueran abordadas mediante el uso de vacunas con tecnologías novedosas y medicamentos antivirales (en el caso de covid-19), existan personas que todavía no creen que las pandemias fueron controladas gracias a ese recurso y que esto salvó muchas vidas.
En el caso de la covid-19, además de la vacuna, se contó con un agente antiviral, el cual disminuyó la morbilidad y mortalidad por este virus durante los primeros días de la infección.
En Costa Rica, al igual que en muchos países, se desató una ola de mensajes cibernéticos y publicaciones en medios nacionales para boicotear la vacunación contra el virus de covid-19, de modo similar a como se desataron en su momento contra el virus H1N1.
Estas publicaciones mencionan una serie de argumentos que no tienen ninguna validez científica y que recuerdan la publicación engañosa del Dr. Wakefield, que asocia la vacunación contra sarampión, rubéola y paperas con el autismo. Recientemente, todos los autores de dicha publicación, menos el Dr. Wakefield retiraron su nombre del documento, y luego de una revisión detallada, la revista Lancet logró determinar las falsedades de esta publicación y se retractó por ella.
Estos actos irresponsables –los de Wakefield y los de médicos que, en Costa Rica, han hecho circular falacias contra la vacuna de covid-19 y, en su momento, contra la vacuna contra el virus H1N1– son irracionales y tienen posibles consecuencias –incluso la muerte– en personas que no se vacunen por creer en sus argumentos.
De ahí la necesidad de que el ciudadano se instruya bien y siga las normas que la Organización Mundial de la Salud y el Ministerio de Salud responsablemente han establecido en Costa Rica. Esa es la mejor forma de tomar una decisión científicamente sólida.
“Podrás engañar a todos durante algún tiempo; podrás engañar a alguien siempre; pero no podrás engañar siempre a todos”, dijo sabiamente Abraham Lincoln.
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Adriano Arguedas Mohs es médico infectólogo pediatra.