La Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó en diciembre del 2017 la Década de la Agricultura Familiar 2019-2028, como una forma de potenciar la seguridad alimentaria, la nutrición y las prácticas agropecuarias sostenibles llevadas a cabo por millones de agricultores familiares en el mundo.
Costa Rica fue el principal gobierno proponente, en conjunto con organismos intergubernamentales como la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), con el apoyo del Foro Rural Mundial y grupos de agricultores y de la sociedad civil.
La iniciativa surgió con miras a dar un espaldarazo a la meta cero hambre, contenida en la Agenda 2030, y visibilizar el papel de los agricultores familiares.
La pandemia de covid-19, cuyos retos son tan enormes como la caída de grandes sectores de la economía, ha significado una oportunidad para la revalorización del agro.
Gracias a los millones de familias productoras agropecuarias del mundo, la cadena de suministro de alimentos global no se ha detenido, al contrario, ha sido una de las actividades económicas más exitosas en dar respuesta a la pandemia y ha evitado una crisis alimentaria sin precedentes.
En vista de las condiciones adversas debidas al cambio climático, la brecha social, la exclusión y la pobreza, la Década de Agricultura Familiar incorpora, por medio de un vigoroso plan de acción mundial, conceptos para la creación de sistemas alimentarios sostenibles, el fomento de la resiliencia y el desarrollo socioeconómico de las comunidades rurales.
Se pretende, además, promover la innovación social en la producción agropecuaria para salvaguardar el ambiente y las prácticas ancestrales y artesanales agrícolas y pecuarias, que son, a su vez, fuentes de patrimonio cultural inmaterial.
El decenio posee dos ejes: el apoyo a los jóvenes productores rurales y la promoción de la equidad de género para incentivar el liderazgo de las mujeres rurales y reclamar mejores y mayores oportunidades, que se traduzcan en acceso a crédito rural, a los mercados y a recursos para la innovación.
Según estadísticas de la FAO, los agricultores familiares producen cerca del 80 % de los alimentos del mundo. Los pequeños y medianos productores son, sin embargo, las poblaciones que sufren en mayor medida el cambio climático, sin mencionar los desafíos que la ruralidad impone, muchas veces, a las condiciones de vida de sus habitantes.
Revalorizar la producción de alimentos significa asimismo comprender que un 90 % de los pescadores del mundo son artesanales o de pequeña escala.
El sector agropecuario enfrenta, además, el reto de incentivar a las nuevas generaciones con el objeto de que se involucren en la producción agroalimentaria. De estas acciones dependerá contar con la suficiente oferta alimentaria para abastecer a todos los hogares del planeta en un futuro cercano.
La década de las Naciones Unidas es una oportunidad para brindar visibilidad al agricultor y productor rural, pero también forma parte de una llamada de atención a crear sistemas alimentarios resilientes, es decir, sostenibles en términos sociales, ambientales y económicos.
Costa Rica es y ha sido un país forjado en la agricultura. Poseemos un clima privilegiado y condiciones aptas para la producción agrícola sostenible. Sin embargo, es preciso brindar oportunidades al pequeño y mediano emprendedor rural, como un deber con la justicia social, y establecer políticas públicas y esquemas de inclusión de mujeres y jóvenes.
De esto dependerá el progreso económico del país en muchas esferas.
El autor es internacionalista.