Durante un juego de tenis en el US Open, el deportista alemán Alexander Zverev solicitó detener el partido, en vista de los cánticos de un aficionado. Con molestia y desazón, el tenista argumentó que era inaudito que a estas alturas alguien repitiera “las palabras más famosas dichas por Adolf Hitler al frente del Tercer Reich: ‘Alemania por encima de todo’”. Zverev declaró luego que esa parte de la historia de su país no le hace muy feliz y por eso reaccionó de esa manera.
Conocer la historia de los acontecimientos que han marcado a los seres humanos es útil para no repetirla. Sin embargo, las sociedades desconocen el pasado y permiten que algunas atrocidades sigan reproduciéndose.
Como si fuera un acto espejo de cierta parte del desarrollo histórico costarricense, hubo en los últimos días manifestaciones de racismo contra el futbolista jamaiquino Javon East, por medio de cánticos e insultos proferidos en el Estadio Alejandro Morera Soto durante un clásico del fútbol.
En la segunda mitad del siglo XIX, población afrocaribeña, en su mayoría proveniente de Jamaica, llegó al país para incorporarse como mano de obra a la construcción del ferrocarril al Atlántico y la actividad bananera.
Tanto en lo jurídico como en lo social, la aceptación era apenas la requerida para permitir su contribución a las labores en tales empresas, aunque la tolerancia cultural y poblacional distara en demasía. Era una población “indeseable”, pero necesaria para el desarrollo nacional, y, por tanto, fuente de discriminación y rechazo por su color de piel, principalmente.
Siglo y medio después, siguen experimentando actos deleznables de toda naturaleza. La inacción experimentada por East, tras denunciar al árbitro del partido el acto del que estaba siendo objeto y no encontrar respuesta, retrata una sociedad que en materia jurídica ha hecho esfuerzos por erradicar el racismo, pero en la práctica presenta deficiencias en la convivencia y la aceptación de a quienes se considera “diferentes”.
En otros ámbitos, pareciera haber más condiciones socioculturales e institucionales para detener de facto la pandemia de racismo y la discriminación. En el partido de tenis comentado, la jueza de silla detuvo el juego, increpó a la gradería y anunció que sacaría a la persona responsable, quien fue identificada y expulsada del recinto deportivo.
Por otras manifestaciones de racismo, la institución alajuelense recibió un castigo para su cancha y una multa. Pero ante estos hechos y para que no vuelvan a suceder, la acción debería ser aún más ejemplarizante, más contundente, más estructural. Invocar en sus acciones de abordaje las estrategias sociales e institucionales establecidas en la Política Nacional para una Sociedad Libre de Racismo, Discriminación Racial y Xenofobia (2014-2025).
En encuentros deportivos masivos suelen utilizarse expresiones discriminatorias como las comentadas. Pasó en México, donde se escuchó el grito homófobo en los estadios, en el tenis internacional y el fútbol nacional. Lo común en estos hechos es, sin lugar a dudas, la cobardía del anonimato, que empodera una voz colectiva a la que le gusta insultar, discriminar y rechazar “al otro” por su nacionalidad, color de piel, preferencia sexual.
La pandemia racista y discriminatoria debe ser erradicada. A este tipo de virus, instalado en el ADN de gente con falsas creencias en superioridades, se le combate con educación, comunicación y convivencia.
En primer lugar, la formación en educación intercultural debe ser un eje transversal de una propuesta de política educativa integral y transformadora. Por tanto, resulta importante fortalecer, en lugar de debilitar, las bases de los programas pertinentes, trabajar una verdadera acción sensibilizadora para comprender “al otro” en su dimensión humana.
En segundo lugar, debemos asumir la comunicación en todas sus expresiones, de manera que la mediación de los contenidos en las redes sociales, complementada con un fortalecimiento de las prácticas de producción de comunicación y noticias basadas en esquemas de derechos humanos, resulte clave para comprender la perspectiva de mirar “al otro” con empatía.
En tercer lugar, debe estimularse el uso amplio de los espacios para la convivencia en los cuales la totalidad se vea reflejada en su diversidad y diferencia.
De esta manera, la cresta de la ola racista y discriminatoria empezaría lenta y paulatinamente a disminuir hasta desaparecer. Sus gritos escudados en una voz anónima quedarían confinados para siempre.
A esta máxima debería apelar la sociedad diversa y heterogénea, reconocida en el articulo 1 de la Constitución Política. Debemos procurarlo.
guillermo.acuna.gonzalez@una.cr
El autor es vicedecano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional (UNA).
