Aunque no se habla mucho del tema, el ruido es un problema de salud pública ante el cual tanto el Estado como los ciudadanos deben tomar medidas. Lo anterior, porque se trata de un contaminante ambiental que provoca enfermedades físicas y mentales, accidentes, baja productividad y malestar. Más aún: un 20% de la población llegará a sufrir de hipoacusia por su causa.
Claramente, no es un problema exclusivo de Costa Rica. En Europa, 180 millones de personas sufren niveles de ruido que afectan su descanso y actividades. Y por este y muchos otros motivos, desde 1996 existe el Día Internacional de la Concientización sobre el Ruido.
Tampoco es un asunto único de nuestra época. En el poema Atrahasis (año 1600 a. C.), el dios Enlil, enojado por el escándalo, castiga a la humanidad enviándole una epidemia. Y Robert Koch, médico y microbiólogo alemán (1843-1910) dijo que “llegará el día en que el hombre tendrá que luchar contra el ruido tan inexorablemente como contra el cólera y la peste”.
Audición y rangos de escucha
El sonido es energía vibratoria que percibimos por el sistema auditivo y a través de otros receptores. La audición, además de permitir la comunicación, ayuda a prevenir accidentes, y favorece el sueño y el descanso. Escuchamos sonidos de entre 20 y los 20.000 hertzios.
El ruido percibido como molestia y alerta es el que activa a nuestro sistema nervioso, a menudo interrumpiendo el sueño y la concentración. De esa forma, se nos avisa de la inminencia de un peligro (avalanchas, derrumbes, sismos, incendios o depredadores).
En las zonas urbanas, los niveles de ruido externo (en gran medida, provenientes de establecimientos comerciales e industriales) deberían restringirse por las noches a 45 decibeles, y a un máximo de 70 decibeles durante el día. Por encima de estas cifras, se ven especialmente perjudicados los enfermos y adultos mayores.
Los niños y adolescentes también son vulnerables. El 30% de los usuarios de dispositivos reproductores de sonido presentan alguna afectación. Además, el ruido es un factor contributivo en el 22% de los accidentes de tránsito.
Sonidos de 120 decibeles o superiores causan dolor agudo y la ruptura del tímpano, y niveles superiores a los 85 decibeles dañan las células del oído interno.
Incluso la música más sublime llega a convertirse en ruido debido al volumen. En ciertas zonas turísticas, resulta imposible disfrutar de los sonidos de la naturaleza pues no faltan desconsiderados que hacen escándalo con sus equipos de sonido. Otros alteran los silenciadores de los vehículos para que emitan sonidos estridentes.
Mascotas y buen dormir
Consideremos el ruido de las mascotas en los hogares. El ladrido de un solo perro oscila entre 60 y 110 decibeles según la raza, el tamaño y el temperamento del can.
Sería ideal que, en viviendas y escuelas, el nivel de ruido no sea mayor a 35 decibeles. Y que durante el tiempo de sueño, este no supere los 30 decibeles. Ruidos más intensos provocan que las personas no puedan conciliar el sueño o que se despierten frecuentemente, lo cual afecta la calidad del sueño, particularmente el llamado sueño profundo, que es vital para la detoxificación del sistema nervioso, la reparación de lesiones, el aprendizaje y la sensación de descanso al despertar.
Aquí, un detalle de los daños que provoca el ruido: aumento de la presión arterial, la frecuencia cardíaca, el riesgo de infarto y la susceptibilidad a infecciones. Hace más difícil la cicatrización y la reparación de tejidos. También afecta la concentración y el aprendizaje; causa cansancio diurno, insomnio, alteración del estado de alerta y de la atención. Igualmente, aumenta la propensión a errores y accidentes, y a episodios de ansiedad, depresión, mal humor y agresividad.
Provoca tinnitus, afecta la sexualidad, la buena digestión y el apetito. La exposición a ruidos de 65 decibeles a partir de la semana 23 de embarazo constituye un riesgo para la audición del niño. Aún hoy, muchas condiciones asociadas a la exposición al ruido no se logran diagnosticar fácilmente. Por eso, es un grave problema de salud pública.
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Robinson Rodríguez Herrera es médico y docente universitario.
