El VIII informe sobre el estado de la educación indica en la sinopsis que sus hallazgos sugieren la existencia de un problema fundamental: “La poca prioridad que, en la práctica, tienen los estudiantes dentro del sistema educativo, así como las grandes dificultades institucionales para atender sus necesidades de aprendizaje”.
Los propósitos del sistema educativo deben girar en torno a la comunidad estudiantil desde preescolar hasta la universidad, pero la realidad muestra que prevalecen los intereses, las ideologías y una gestión del sistema que se convirtió en un fin en sí mismo.
¿En qué momento y por qué se produjo tal olvido? El estudiantado debería ser el corazón de las acciones educativas y los recursos deberían destinarse a garantizar una educación de la mejor calidad posible, ya que Costa Rica es uno de los países de la región y de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) que invierte más de su PIB en el sistema.
Como señala el informe, el problema radica en haber relegado las necesidades presentes y futuras de los educandos.
Las grandes discusiones de las últimas tres décadas se han concentrado en presupuestos, gestión de los recursos, huelgas, convenciones colectivas, consultorías, papel estratégico del gremio, nombramientos y muchos otros asuntos que colocaron a los estudiantes en el último lugar de las prioridades y, con ellos, a los buenos educadores.
Por lo tanto, no debe sorprender el resultado del sistema educativo, que colapsó a consecuencia del olvido de quienes deberían ser el núcleo de la totalidad de los esfuerzos e intereses.
El diagnóstico es claro, los resultados no avalan la inversión en educación y por donde sea que se le mire es urgente retomar el rumbo; el viraje depende de retomar la priorización de la comunidad estudiantil, dado que clama un cambio profundo, sobre todo, porque relegarla se tradujo en pobreza y desesperanza, especialmente, para los miles de niños y familias en condiciones vulnerables.
“La gravedad de la situación amerita ejecutar una hoja de ruta estratégica a partir de un acuerdo nacional para la educación”, dice el informe. Ahí está la clave. Un gran acuerdo nacional significa deponer intereses personales y grupales, conjuntar a muchos actores de la sociedad y, esencialmente, escuchar el clamor de los estudiantes y los buenos educadores.
El problema fundamental se resolverá cuando la educación formal pase a ser una política de Estado y no de cada gobierno, que, posiblemente con buenas intenciones, toma cada cuatro años acciones que no llegan al meollo del asunto. Meros maquillajes profundizan la crisis de gestión.
La educación, en su sentido más puro, no está en crisis, sino la administración. Entendiendo primero esa diferencia, será posible dar inicio al acuerdo nacional para la educación.
No debemos esperar el noveno informe, ni los siguientes para emprender el verdadero cambio educativo con valentía y estrategia, y para que el centro de todas las decisiones políticas tenga rostro de niño y niña. No hay tiempo para continuar con las recetas que no han funcionado.
El autor es educador.
