El pasado 21 de mayo, el Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac) advirtió de que, si no se revierte un déficit presupuestario de más de ¢3.462 millones, el país enfrentaría un “cierre técnico” de la institución en el 2026. Esta advertencia no es menor: se verían comprometidas funciones esenciales como vigilancia, monitoreo, control de construcciones ilegales, tramitación de denuncias ambientales y apoyo en áreas protegidas clave.
Es lamentable que lo que debería ser nuestra institución insignia, encargada de proteger los principales tesoros naturales del país, se encuentre en esta situación. Como país, debemos ser mucho más consecuentes con lo que anunciamos y presentamos con orgullo en foros internacionales.
En este contexto, la participación ciudadana en la conservación ya no es opcional: es esencial para sostener lo que el Estado, por sí solo, no está cubriendo. Por fortuna, el país cuenta con un instrumento legal poco conocido pero sumamente potente: el programa de Comités de Vigilancia de los Recursos Naturales (Covirena), una figura respaldada por el Minae que acredita inspectores ambientales ad honorem y los faculta para colaborar con las autoridades en labores de educación, patrullaje preventivo y presentación de denuncias ambientales.
Hoy existen más de 60 comités Covirena registrados en todo el país. Algunos operan de forma limitada. Pero hay casos como el de Nosara que demuestran el potencial transformador del modelo cuando se articula con liderazgo local.
Desde octubre del 2024, el comité Covirena Ostional-Nosara, impulsado por la Asociación Cívica de Nosara y Bomberos de ese distrito, ha patrullado las playas Guiones y Pelada, dentro del Refugio Nacional de Vida Silvestre Ostional. En pocos meses, el equipo notificó 99 infracciones ambientales, entre ellas ingresos de animales domésticos, fogatas, basura y tránsito vehicular.
Además, acompaña a turistas y vecinos en procesos de educación y diálogo sobre las reglas del Refugio. La labor, aunque sin capacidad sancionadora, ha tenido un impacto disuasivo y pedagógico significativo. Hoy, la comunidad de Nosara avanza hacia una mejor comprensión de los alcances y oportunidades de vivir a la par de un refugio de vida silvestre.
Importantes retos
Nosara, pese a su casi 70% de cobertura forestal, sus senderos gratuitos, su reserva privada y su Refugio, no es para nada una burbuja ecológica perfecta. Tiene desafíos enormes. El reporte Estado de Nosara 2024, presentado por la Asociación Cívica de Nosara (NCA), revela un incremento del 200% en denuncias ambientales entre el 2022 y el 2023, según el sistema Sitada. Esto incluye tala ilegal, contaminación por aguas residuales y construcciones dentro de zonas de protección.
La presión del desarrollo inmobiliario es constante y creciente. El Refugio sigue contando con una presencia muy limitada de guardaparques, que se ven abrumados por las tareas administrativas y la falta de personal y recursos. A esto se suma que muchas de las reglas existentes enfrentan resistencia por parte de usuarios del mismo refugio, nacionales y extranjeros que no comprenden su justificación científica o legal, además de la complejidad de administrar el uso del suelo en un refugio que se creó en áreas donde ya antes había comunidades.
Precisamente por eso el modelo Covirena resulta tan pertinente, porque se basa en la educación, la cercanía comunitaria y la acción voluntaria responsable de los mismos ciudadanos.
Más allá del patrullaje, el reglamento Covirena –Decreto Ejecutivo 39833-Minae– ofrece un amplio abanico de posibilidades para fortalecer la educación ambiental desde las comunidades. Algunas oportunidades destacadas:
- Programas juveniles: Permite integrar a adolescentes como vigilantes voluntarios desde los 15 años, lo que puede aprovecharse para fortalecer clubes ecológicos escolares y ligarse con iniciativas de los Comités de Bandera Azul, de clubes de los Guías y Scouts o del programa Guardianes de la Naturaleza en centros educativos.
- Academias Covirena: La formación obligatoria para inspectores puede convertirse en módulos mucho más abiertos de educación ambiental para toda la ciudadanía, certificados y avalados por el Sinac.
- Brigadas educativas: Comités pueden organizar campañas itinerantes con charlas, murales, teatro y juegos en plazas, playas, ferias y barrios, acercando la conservación al día a día de la gente.
- Redes sociales comunitarias: Los comités, bien organizados, pueden generar contenido educativo, mapas, cápsulas informativas y denuncias documentadas que fortalezcan la transparencia y la cultura de respeto ambiental en las comunidades.
- Alianzas con municipalidades y las ONG: Un objetivo sería potenciar la rotulación ecológica, los programas ambientales y la educación sobre normas de construcción, zonificación y áreas protegidas.
Estas acciones ya están contempladas en el reglamento. Lo que falta es articulación institucional y una narrativa nacional que entienda que la conservación necesita manos, no solo leyes. El Sinac cuenta con excelentes funcionarios, que probablemente estarían muy dispuestos a avanzar en estas acciones, incluso a pesar de la falta de recursos, si contaran con mayor respaldo.
Hoy Costa Rica enfrenta una encrucijada. Podemos continuar lamentando la falta de personal y recursos en el Sinac en la última década, o podemos empoderar a la ciudadanía para asumir el rol de protectora activa del entorno. Los comités Covirena son una de las pocas figuras ya existentes que lo hacen posible.
Nosara no lo ha hecho perfecto, pero todos los días trata de demostrar que es posible, porque en tiempos de incertidumbre institucional la conservación no puede esperar.
marco@nca.cr
Marco Villegas es director ejecutivo de la Asociación Cívica de Nosara (NCA) y vicepresidente de la Red Costarricense de Reservas Naturales.
