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El día en que el mar habló

Decenas de mujeres de la comunidad inundaban los pasillos del tren ofreciendo sus productos: gallos de gallina achiotada, huevo duro con tortilla, repollo y tomate; cajitas de pino con caimitos y marañones, cajetas, alboroto, café y refrescos

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No podíamos conciliar el sueño. Imposible sustraernos del cosquilleo hasta que nos levantaran de madrugada para emprender el viaje a San Isidro de Puntarenas. Los tíos Rafael y Rosario llevarían en carro a la abuela Manuela, a las tías Canda, Mela y, además, a Blanca, cocinera de cuchara exquisita y cuidadora de la anciana de falda larga y chal infaltables.








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