Lo decía muy bien E. O. Wilson, uno de los más distinguidos científicos y escritores contemporáneos: “Solo en tiempos recientes de nuestra historia nos hemos engañado creyendo que como humanidad podemos progresar independientemente del mundo natural que nos rodea”.
A esto se debe la crisis ambiental que enfrentamos, que una gran mayoría prefiere ignorar y que representa la más grande amenaza para el futuro de la vida en la tierra, humanos incluidos.
En la búsqueda de maneras de cambiar nuestra actitud hacia la naturaleza se ha encontrado que, consciente o inconscientemente, los humanos mantenemos una afiliación o conexión con ella.
Es un hecho que encontramos belleza, sentimientos de paz y tranquilidad frente a un paisaje natural, sea un frondoso bosque, una hermosa playa, un valle cruzado por un río, una flor o el canto de un ave.
La celebración del Día del Árbol es parte de una vieja tradición educativa que tiene como objetivo cultivar el amor o la afiliación del ser humano por lo natural.
Algunos viejos aún recordamos el Himno al árbol, que cantábamos, como aún se canta, en muchas escuelas y colegios, además de que se sembraban árboles en márgenes de ríos y laderas en pueblos y ciudades. Encontramos hoy muchos nuevos y bellos ejemplos de formas de promover ese “amor” que, al menos algunos, llevamos dentro.
Y, en ese mismo sentido, cabe recordar un ejemplo extraordinario de todo lo que puede significar para un ser humano el amor por la naturaleza, lo que puede aportar a su realización personal, al alcance de sus metas, de todo el beneficio que ese sentimiento e identificación con el mundo natural pueden traer a lo largo del tiempo a la humanidad, a la cultura.
Hablamos del compositor y músico alemán Ludwig van Beethoven, una de las figuras más extraordinarias de las artes, la cultura, la historia humana misma.
Con motivo de la celebración mundial del 250 aniversario del nacimiento de Beethoven (1770-1827), el distinguido músico y escritor Jacques Sagot nos narró en “El gran secreto de Beethoven” (”Áncora”, La Nación, 16/2/2020), en un artículo sobre la Novena sinfonía, que “Beethoven amaba la naturaleza con fervor pagano. Cada vez que veía un alto y frondoso árbol, caía de rodillas ante él y exclamaba: ¡Santo, santo, santo!”.
“Y lo comprendo. Nosotros hemos perdido la sensibilidad necesaria para deslumbrarnos ante todas esas maravillas naturales que nos rodean y a las que a menudo no somos capaces de concederles siquiera una mirada de soslayo”, escribió también.
Durante los dos años previos a la fecha del aniversario del nacimiento de Beethoven y como parte de la gran celebración, se publicaron reportajes y toda clase de actos sobre este extraordinario personaje fueron celebrados. En su gran mayoría, resaltaban el profundo amor del músico alemán por la naturaleza.
En un documental de Eva Sandoval titulado Beethoven y la naturaleza, que analiza la Sexta sinfonía (la Pastoral), la autora narra que Beethoven solía decir “prefiero un árbol a un hombre”.
“En sus escritos, el compositor expresó su gran pasión por la naturaleza, especialmente por los bosques que rodeaban las ciudades de Bonn y Viena, donde solía pasear en solitario. Aseguraba sentirse más comprendido cerca de arboledas y pájaros que de seres humanos, percepción que se agudizó a medida que su sordera iba siendo más acusada… Esa predilección por el medio rural se reflejó en el lenguaje y en la estructura de su Sinfonía nº 6 en fa mayor, Op. 68, Pastoral, en la que Beethoven quiso evocar los sentimientos que le suscitaba el paisaje, así como los efectos psicológicos y poéticos globales de las escenas pastoriles... Pero más allá de la esencia programática de la partitura, la Pastoral simboliza la redención o consuelo que el autor encontraba en la naturaleza”.
Ashok Sridharan, alcalde de Bonn, expresó en una ceremonia realizada con motivo del jubileo mundial de Beethoven en el 2020, que en Bonn desearon no solo mirar atrás al hijo más famoso de su ciudad, sino también aprovechar su valioso patrimonio y “concienciar por una relación armoniosa entre el hombre y la naturaleza”.
“Para ello tenemos un ancla segura en la partitura de la Sexta sinfonía de Beethoven, de 1808″, explicó.
Efectivamente, entre la Alcaldía de Bonn y las agencias de las Naciones Unidas encargadas de los convenios sobre protección del medioambiente surgió el Proyecto Pastoral Beethoven para promover el cumplimiento de esos objetivos.
El legado de Beethoven, su amor por el árbol y el bosque seguirán siendo fuente de inspiración y motivación para salvar la naturaleza, que es salvar a la humanidad misma.
Los autores son biólogos.
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La celebración del Día del Árbol es parte de una vieja tradición educativa que tiene como objetivo cultivar el amor o la afiliación del ser humano por lo natural. Foto con fines ilustrativos. (Shutterstock)