Los procesos industriales se han computarizado y es imposible hacerlos andar sin haber pasado por la capacitación. La educación pública, como formadora de mayorías, ha sido fundamental en el desarrollo de la sociedad, y con toda certeza lo seguirá siendo.
El modelo tradicional prepara al estudiante para la recepción pasiva de un conocimiento que no se adapta a la muy cambiante moda tecnológica, de manera que el currículo no aporta ventajas a quien busca un empleo.
Una reforma educativa no debe adaptarse solamente a la realidad económica caracterizada por el desempleo, sino posibilitar otra experiencia de aprendizaje.
El Cuarto Ciclo debe retomar su esencia como educación diversificada, que los estudiantes opten por un área afín a sus intereses y habilidades. A mediados del siglo XX se escogía un bachillerato en ciencias o letras, incluso había opciones que fortalecían la formación académica de la secundaria, con cursos de matemáticas, química o física, en los estudiantes con vocación por las ciencias naturales.
Si el estudiante poseía habilidades en literatura o ciencias sociales, recibía cursos extras que potenciaban esas habilidades. El método ayudaba a que el docente lograra profundizar en el contenido, lo cual es imperativo cuando se necesita asegurar el éxito para el futuro universitario.
Si se aumentara el abanico curricular y se profundizara en el contenido desde el Cuarto Ciclo según los intereses particulares, se resolvería la problemática que dificulta la aprobación de los cursos iniciales de Matemáticas en la educación superior, asunto que no compete resolver a las universidades, pues es generado en la secundaria.
Puesto que los seres humanos manifiestan destrezas en áreas particulares, no conviene la existencia de un tronco curricular general en el Cuarto Ciclo, pues se malgastan recursos presupuestarios al enseñar los mismos contenidos a todos, a sabiendas de que muchos olvidarán lo que no les interesa.
De acuerdo con el pedagogo ruso Antón Makárenko, es necesario que una vez elegido el campo de su interés, los estudiantes pasen al trabajo con proyectos individuales y grupales, mediante los cuales demuestren capacidad de servicio al concebir soluciones a los problemas de una comunidad a través de propuestas planteadas con rigor metodológico, como requisito final para obtener su certificado de bachillerato, en sustitución de una prueba.
Fruto de la pandemia, los docentes se vieron en la obligación de aprender a impartir lecciones mediante plataformas virtuales. También, sucedió que en el plano administrativo los sistemas digitales agilizaron los procesos de matrícula y certificación; sin embargo, la tecnología educativa no se tradujo en un mejor aprendizaje, aunque la búsqueda e intercambio de información se puede hacer de forma inmediata.
Una plataforma digital posee el potencial de evaluar diariamente el aprendizaje mediante pequeños cuestionarios que retroalimentan constantemente al docente, en lugar de un instrumento de evaluación de forma sumativa.
Es urgente un sistema educativo no formal disponible para toda la población, fundamentado en el aprendizaje de tecnologías que serán comunes en el futuro, tales como las redes neuronales. Estas representan cerebros en miniatura que pronostican el resultado de un fenómeno, como lo son la cotización del dólar o la falla de una máquina industrial.
Utilizar la infraestructura de las instituciones de primaria y secundaria en las zonas costeras o en las urbano-marginales para estos propósitos generaría la acumulación de capital humano en poblaciones con muy bajas expectativas de movimiento social.
El autor es asesor de matemáticas del MEP.