
La “economía azul” ha dejado de ser un término aspiracional para convertirse en una necesidad estratégica en regiones costeras como el Pacífico Tropical Este Central (PETC). Este enfoque propone modelos de desarrollo basados en el océano que generan actividad económica sin degradar los ecosistemas, integrando innovación, inclusión social y resiliencia climática.
A escala global, se estima que la economía oceánica podría superar los tres billones de dólares anuales hacia 2030, pero sus beneficios solo serán sostenibles si las actividades productivas se vinculan con la conservación marina y la gestión responsable de los recursos.
Uno de los grandes retos es asegurar inversiones que consideren simultáneamente tres dimensiones: el desempeño financiero, el impacto ambiental y los beneficios sociales. Bajo esta premisa, Fundación Pacífico –con el apoyo del Fondo Francés para el Medio Ambiente Mundial (FFEM)– impulsa un conjunto de iniciativas piloto que representan distintos modelos de economía azul en Colombia, Panamá, Costa Rica y Ecuador. Estas iniciativas recibirán asistencia técnica durante dos años y medio para fortalecer cadenas de valor, mejorar prácticas de sostenibilidad y aumentar su viabilidad económica.
Los proyectos seleccionados muestran una diversidad de apuestas: mujeres organizadas en torno al aprovechamiento sostenible de moluscos de manglar en bahía Málaga; circuitos comunitarios de turismo responsable en el golfo de Tribugá; pescadores organizados que incorporan buenas prácticas en el golfo de Montijo, y grupos locales que restauran arrecifes de coral y desarrollan turismo regenerativo en el Pacífico Sur costarricense. Todos ellos comparten un objetivo común: que la conservación marina pueda sostenerse a partir de modelos económicos viables, justos y adaptados a las realidades sociales del territorio.
La última semana de este mes de noviembre, representantes de los sectores social, ambiental y financiero de Colombia, Costa Rica, Panamá y Ecuador se reunirán para intercambiar experiencias sobre economía azul en áreas marinas protegidas. El énfasis estará en las lecciones aprendidas y, sobre todo, en la articulación necesaria entre comunidades, instituciones y actores financieros para que estas iniciativas puedan escalar de manera responsable.
Detrás de cada proyecto piloto hay familias costeras que enfrentan simultáneamente riqueza natural y vulnerabilidad económica. No requieren asistencialismo, sino condiciones que les permitan fortalecer sus modelos de negocio, innovar, acceder a financiamiento y mantener la sostenibilidad sin renunciar a su identidad ni a sus prácticas culturales.
Invertir con impacto azul implica reconocer que la salud del océano y el bienestar de las comunidades costeras son interdependientes. También exige comprender que la conservación marina difícilmente prospera si quienes dependen del mar no cuentan con oportunidades económicas reales. La economía azul no es únicamente una categoría técnica: es una forma de desarrollo que vincula ciencia, gobernanza y justicia social.
Si logramos coordinar esfuerzos, recursos y conocimiento técnico, la economía azul podrá consolidarse como una herramienta eficaz para enfrentar los desafíos del océano y, al mismo tiempo, fortalecer el tejido social en las zonas costeras.
Alinear conservación y desarrollo no es un ideal: es el camino necesario para un futuro más equitativo, resiliente y profundamente azul.
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Andrea Montero Cordero es bióloga y máster en Recursos Marinos, y coordinadora del proyecto PACÍFICO-Conservación Regional Marina en el Pacífico Este Tropical Central en Fundación Pacífico.