Los dos sacerdotes se llamaban José Manuel Barboza Sagot (1909-2006) y Carlos Joaquín Alfaro Odio (1915-1993), en tanto que el pastor bautista es mi padre, David Guevara Arguedas (1938-2020), y en cuanto al papa Francisco (1936-2025), ¿hace falta agregar alguna otra información?
Sí resulta oportuno añadir, para efectos de este artículo, las numerosas declaraciones que hizo el papa Francisco sobre la necesidad de que las religiones trabajen juntas en pro del bien común.
Insistía ese líder espiritual en la necesidad de que en medio de la cooperación cada religión preserve su identidad y sus convicciones.
Ese llamado conciliador abre de par en par las puertas para las historias que quiero contarles y que tienen su génesis en una visita que le hice hace pocos días a mi madre Elizabeth.
“Hijo, ahí le tengo un paquete con cosas que eran de su papá, por si le interesa llevarse alguna”, me dijo esa señora bonita que peina unas hermosas canas grises.
Fue así como llegó a mis manos un Nuevo Testamento publicado en 1968 por la editorial española Herder, en cuya primera página mi tata anotó el acrónimo que él mismo formó con su nombre: Davara Vidgue P.
Y debajo de ese juego de palabras, tres líneas que llamaron mi atención: “Este N. T. me fue obsequiado por el padre Barboza, párroco de San Ramón”.
Se trata de un sacerdote con quien mi padre entabló amistad durante su juventud en Atenas, Alajuela, y con quien años después coincidió en San Ramón, uno como cura de la parroquia San Ramón Nonato, y el otro como pastor de la Iglesia bautista ubicada a 200 metros de ese templo católico.
Allí prosiguió su amistad y respeto, incluso el sentido de cooperación, pues el padre Barboza le pidió al pastor Guevara que le ayudara con algunos cursos prematrimoniales a parejas católicas.
Esa relación honra el espíritu de colaboración que prima en la declaración que abre la página 3 del Nuevo Testamento de Herder: “En espíritu ecuménico, escrituristas católicos y protestantes de España y América Latina realizaron conjuntamente esta nueva traducción”.
‘Caminos hacia Dios’
Años después, cuando la década de los años setenta empezaba a dar sus primeros pasos, mi padre fue nombrado pastor de la Iglesia Bautista Universitaria, en San Pedro de Montes de Oca.
Coincidió en esa comunidad con el padre Carlos Joaquín Alfaro Odio. Ambos tenían en común una sólida y profunda formación teológica. Alfaro estudió en la Pontificia Universidad Gregoriana, en Roma, en tanto que Guevara era egresado del Seminario Teológico Bautista Internacional, en Cali, Colombia.
Pero más que líderes religiosos serios en el estudio de la Santa Biblia, ambos estaban comprometidos con el bien común que predicaba el papa Francisco.
Entre las iglesias en las que ambos servían mediaban tan solo 150 metros, una distancia muchísimo más corta cuando del diálogo, la comprensión y el respeto por las ideas ajenas se trataba.
Párroco y pastor emprendieron juntos varios proyectos. Uno de ellos, siempre fresco en mi memoria, el de unir a los jóvenes de ambas iglesias para construir camioncitos de madera que les serían regalados a niños pobres de Batán, Limón, en Navidad.
“Todas las religiones son caminos hacia Dios. Usaré una analogía: son como diferentes idiomas que expresan lo divino”, manifestó el papa Francisco en setiembre del 2024.
Ese espíritu conciliador fue honrado con hechos por los sacerdotes José Manuel Barboza Sagot y Carlos Joaquín Alfaro Odio, y el pastor David Guevara Arguedas.
Decía Hans Küng (1928-2021), teólogo católico suizo, que no habrá paz entre las naciones sin paz entre las religiones, y que no habrá paz entre las religiones sin diálogo entre ellas.
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José David Guevara Muñoz es periodista.
