Costa Rica se fijó la ambiciosa meta en el 2007 de alcanzar la descarbonización. No obstante, no ha logrado diferenciarse de las tendencias globales preocupantes, lo que evidencia que el desafío va más allá de simples promesas políticas. Es un reflejo de la urgencia climática y de la incapacidad, tanto mundial como local, para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) dentro del tiempo requerido.
Desde el 2009, Costa Rica ha mostrado un compromiso significativo con el cambio climático, tomando medidas como la Estrategia Nacional de Cambio Climático y el Plan Nacional de Descarbonización. En los últimos años, ha habido avances, desde la aprobación de la Política Nacional de Adaptación al Cambio Climático hasta los incentivos para el transporte eléctrico. Tales políticas representan los cimientos sobre los que debe construirse una economía resiliente y baja en carbono.
Costa Rica, asimismo, ha ganado una reputación como líder ambiental. La presentación de su contribución nacionalmente determinada (NDC) y las estrategias para producir hidrógeno verde muestran un enfoque en soluciones innovadoras. Sin embargo, el progreso no ha sido lineal y las cifras recientes revelan que el país está retrocediendo en áreas clave.
En este contexto, la degradación forestal sigue siendo una amenaza. Según el informe del Estado de la Nación del 2023, la capacidad de remoción de carbono ha disminuido, con un balance negativo en los últimos 30 años debido a la degradación fuera de las áreas de protección absoluta, lo que causa una pérdida considerable de carbono en los bosques permanentes.
El sistema de transporte es, sin duda, uno de los mayores obstáculos a los esfuerzos de descarbonización nacional. La flota vehicular sigue en aumento, y la transición hacia vehículos eléctricos avanza a un ritmo muy lento. Aunque hay algunos avances, con 19.005 vehículos eléctricos en el país, de los cuales 15.114 son automóviles, esta cifra sigue siendo mínima en comparación con la cantidad de vehículos en circulación. Además, menos de 220 corresponden al transporte público, lo que reduce significativamente el impacto positivo de la transición energética en esta actividad.
El abandono de propuestas como el tren eléctrico y los lentos progresos en el tren eléctrico limonense de carga son señales inequívocas de un estancamiento en la infraestructura necesaria para cambiar el paradigma de la movilidad.
A pesar de los esfuerzos por diversificar la matriz energética, Costa Rica sigue dependiendo de fuentes tradicionales para proveer electricidad. Desde enero hasta julio del 2023, un 4,5 % de la electricidad se cubrió con el uso de hidrocarburos, un aumento de 3,5 puntos porcentuales con respecto al 2022. Este tipo de señales frenan el progreso y ponen en duda el cumplimiento de los compromisos climáticos.
Las emisiones per cápita también se han incrementado. Entre el 2015 y el 2023, pasaron de 2,9 toneladas de dióxido de carbono equivalentes por habitante por año a 3,2. Excepto la agricultura, el resto de los sectores experimentaron un alza en sus emisiones de GEI entre el 2022 y el 2023, de acuerdo con un informe de la Comisión Europea, una tendencia preocupante que pone en riesgo los objetivos de descarbonización.
Aunque Costa Rica ha replanteado su meta de carbononeutralidad según el Acuerdo de París, la falta de una metodología para medir el progreso y el cumplimiento sigue siendo un obstáculo considerable. El país necesita acelerar la transición energética y reducir su dependencia del petróleo si quiere cumplir con los objetivos planteados de aquí al 2030.
Nuestro país es un líder en la lucha contra el cambio climático, pero los datos recientes sugieren que enfrenta una serie de desafíos que ponen en riesgo sus ambiciosas metas. La carbononeutralidad en el 2021 fue una meta fallida y para el 2030 está en duda.
Si no se toman acciones más decisivas en sectores determinantes como el transporte, la energía y la protección forestal, el liderazgo ambiental se desvanece y Costa Rica será una nación más que no supo estar a la altura del desafío climático.
El autor es analista ambiental y fue presidente del Consejo Científico de Cambio Climático de Costa Rica.