
Hasta el mes de julio del 2025, los diferentes servicios de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), según el área de Estadísticas de la Salud, habían atendido 5.587 emergencias provocadas por picaduras y mordeduras de diferentes animales, como perros, ratas, cocodrilos, caimanes, escorpiones, arañas, avispas, entre otros. Una cifra nada despreciable.
Cada accidente de este tipo produce contratiempos y dolor a la víctima y a su familia, pero también implica un golpe al bolsillo o el uso de recursos públicos por parte del sistema de salud, pues en la mayoría de los casos requiere de atención médica, antibióticos, analgésicos, antiinflamatorios, suturas, procedimientos quirúrgicos, y a la postre incapacidades y seguimientos en los servicios de Consulta Externa, e incluso hospitalizaciones.
Según la misma fuente, se estima que, en promedio, egresa una persona al día, víctima de tales ataques, y cada día de hospital tiene un costo millonario para la CCSS.
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Hace unos días, una pariente cercana fue mordida por uno de sus perros, simplemente porque acarició a otro perro de su propiedad. La violencia del ataque la condujo al servicio de emergencias del Hospital Calderón Guardia con varias heridas en sus manos y brazos.
Tras la magnitud de las mordeduras, permaneció por varias horas en Emergencias de ese hospital, donde la atendieron, la suturaron y le prescribieron tratamiento farmacológico: antiinflamatorios, analgésicos y antibióticos; además, le dieron una incapacidad por tres días y la indicación del seguimiento respectivo.
Esa emergencia contrarió la noche y la madrugada de esa familia. Nunca habían visto la furia del animal, el cual, por cierto, es pequeño.
Unos familiares esperaron en las afueras del hospital en una fría y lluviosa noche y madrugada de setiembre, mientras otros parientes esperaban en casa, muy ansiosos y sin dormir, las noticias sobre la gravedad del ataque.
Fueron horas de angustia y de tensión para esta familia, y de mucho dolor para la paciente, quien no pudo ir a trabajar al día siguiente, ni sus hijos fueron a clases, porque no habían podido pegar los ojos hasta que ella volvió a su casa, a eso de las 4 a. m.
Pero ¿por qué suceden estos percances? El veterinario y epidemiólogo de la Universidad Nacional (UNA) Juan José Romero lo explica con claridad meridiana: no se puede confiar en ninguna mascota, especialmente aquellas con las cuales no se está familiarizado, pues desconocemos cuál puede ser la reacción ante una determinada situación.
El otro motivo por el que pueden ocurrir estas emergencias es por descuido de sus propietarios, ya que en ocasiones no basta con tener una mascota y alimentarla, sino que cada una se debe cuidar con responsabilidad y reducirle cualquier posibilidad de estrés. Según Romero, muchos de estos accidentes se pueden evitar mediante buenas prácticas relacionadas con el contacto con animales de diferentes especies y tamaños.
La Ley de Bienestar de los Animales señala que se les debe garantizar a las mascotas condiciones vitales básicas y un manejo apropiado que se apegue a buenas prácticas de seguridad, para evitar riesgos y daños a la integridad de los animales, de las personas y de la salud pública.
Los lugares donde habitan estos animales deben tener condiciones de higiene apropiadas, con el propósito de reducir el riesgo de diversas enfermedades.
Los perros no pueden andar sin correa en sitios públicos. Si se tiene animales de razas grandes, deben andar con bozal, y se debe tener en cuenta que una caricia o un jugueteo con cualquier animal puede provocar accidentes para unas personas, especialmente la población infantil o una persona adulta mayor.
En relación con otras especies, Juan José Romero nos recuerda que no debemos ingresar a lugares donde suelen habitar cocodrilos, caimanes o lagartos. También sugiere indagar primero con los lugareños sobre la existencia o no de estas especies.
Asimismo, se deben revisar preventivamente los sitios donde se documenta la existencia de alacranes, arañas y otros tipos de animales: debajo de las camas, colchones y cobijas, para descartar su presencia y fumigar con insecticidas domésticos.
En fin, debemos querer a los animales y cuidarlos, pero también andarles de larguito y desconfiar de ellos, especialmente si no los conocemos. Este consejo hay que dárselo, muy especialmente, a la población infantil.
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María Isabel Solís Ramírez es periodista y salubrista.