
Quienes tuvimos el privilegio de tener como profesor al reconocido economista Dr. Francisco de Paula Gutiérrez –en paz descanse– recordamos con admiración sus clases magistrales, salpicadas de humor fino y precisión técnica. En cada lección, solía mencionar su célebre “pomada canaria”: esa medicina todopoderosa, que proponía como solución a todos los males del país.
A Guti –como lo llamaban sus amigos– lo distinguía algo más que su conocimiento riguroso. En realidad, su legado en la academia, el servicio público y el sector privado fue ejemplo de ética, sensatez y un compromiso genuino con el desarrollo económico de Costa Rica.
Tuve el honor de compartir con él como estudiante en sus cursos de economía en la UCR y el Incae, así como en seminarios de coyuntura macroeconómica promovidos por Cefsa. Siempre se destacó por su análisis certero del entorno político y económico, su capacidad para simplificar lo complejo y por ofrecer propuestas concretas frente a los grandes desafíos fiscales, monetarios y estructurales del país.
Aquella “pomada canaria” no era solo una broma: era una metáfora lúcida. Nos recordaba que, incluso en medio de la adversidad, las soluciones estaban al alcance si se actuaba con inteligencia, valentía y visión de largo plazo.
Hoy, más que nunca, necesitamos esa sabiduría para afrontar los complejos desafíos que enfrenta Costa Rica.
La seguridad se ha deteriorado de forma alarmante. El auge del narcotráfico ha transformado a un país históricamente pacífico en uno golpeado por niveles de violencia que amenazan la convivencia ciudadana y erosionan nuestra imagen internacional. Aunque el turismo aún arroja cifras récord en ingresos, la creciente percepción de inseguridad pone en riesgo esta fuente vital de divisas y empleo. Urge una estrategia integral y multisectorial para restaurar la paz y el orden.
En el ámbito económico, la desaceleración es clara. Durante el primer trimestre de 2025, el crecimiento fue del 3,9%, por debajo del 4,6% registrado en el mismo periodo del año anterior. La contracción en sectores clave como la agricultura (–4,3%) –golpeada por lluvias excesivas– y el estancamiento del sector hotelero y de restaurantes (+0,1% frente al 7,2% del año anterior) revelan vulnerabilidades estructurales que no podemos ignorar.
En educación, pese a contar con una fuerza laboral relativamente capacitada, enfrentamos una desconexión preocupante entre el sistema formativo y las necesidades del mercado laboral. La alta tasa de desempleo juvenil (22%) y los bajos niveles de graduación secundaria son señales de alerta. Como lo ha advertido la OCDE, se requiere una transformación profunda de la educación técnica y profesional para responder a las exigencias del siglo XXI.
En el frente fiscal, si bien se han logrado avances –como la reducción de la deuda pública del 68% del PIB en 2021 al 60% en 2024–, persisten tensiones considerables. Para este año, se proyecta un déficit del 3,2% del PIB, mientras que el servicio de la deuda consume un oneroso 4,7%. Este panorama limita la capacidad del Estado para invertir en desarrollo y atender con eficacia las demandas más urgentes de la ciudadanía.
La infraestructura también presenta serias deficiencias. El 37% de la red vial se encuentra en condiciones inadecuadas, y tanto los puertos como los aeropuertos requieren una modernización urgente. Estos cuellos de botella incrementan los costos logísticos y restan competitividad a nuestras exportaciones. A ello se suma la alta dependencia de la energía hidroeléctrica, que nos expone a fenómenos climáticos extremos. Es indispensable diversificar la matriz energética y fortalecer la resiliencia del sistema.
Costa Rica se encuentra en una encrucijada histórica. La inseguridad creciente, la desaceleración económica, el desempleo estructural, las tensiones fiscales, la debilidad en infraestructura y la persistente desigualdad no admiten más parches ni paliativos.
No bastan medidas aisladas ni soluciones de corto plazo. Se requiere una verdadera “pomada canaria”, como diría Guti: una fórmula basada en voluntad política, acuerdos nacionales y reformas estructurales profundas.
Costa Rica necesita frotarse con esa medicina visionaria y pragmática que tanto promovía Guti, para que los diferentes poderes de la República –junto con la sociedad civil y el sector privado– emprendan una agenda transformadora. Solo trabajando juntos podremos construir un futuro de desarrollo económico sostenible, inclusivo y en paz.
Édgar Gutiérrez V. es docente de Economía en la Universidad Fidélitas.