¿Han visto? Cartago es la región más amada del actual gobierno. Basta un breve recuento para ver los requerimientos con los que se desvelan diversas entidades estatales por conquistar el corazón de los cartagineses.
El asunto echó a andar con el Hospital Max Peralta. El gobierno decidió vetar un terreno comprado, listo para que en él se iniciaran las obras de edificación de ese centro de salud, con el que se habría de beneficiar toda la población. El actual nosocomio no es apropiado desde hace años para atender a sus miles de pacientes, ni tampoco para facilitar el trabajo del cuerpo médico y demás trabajadores. Allí empezó esta novela del desaforado amor del Ejecutivo con los habitantes de esa región.
Vino luego la reducción de un carril a la autopista que conecta la ciudad de Cartago con la capital del país, así como con otros sectores. Un recorte estructural que a cortísimo plazo habrá de derivar en atascamientos y demoras al tránsito vehicular.
Posteriormente, reventó la “guerra” del agua, al punto de que la institución que administra el precioso líquido amenazó con dejar a la población de Paraíso de Cartago sin ese servicio, sin importar los problemas de salud que una medida tan radical habría de ocasionar. Niños y abuelos, y padres de familia, no solo no podrían bañarse como la gente civilizada, sino que no tendrían ni una gota de agua para mitigar la sed. El comercio y unidades de producción y servicios serían asfixiados. La disposición vendría a ser algo así como cuando las ciudades antiguamente eran sitiadas por tropas enemigas. Les cortás el agua, y las sometás a tu voluntad.
Acto seguido, el conflicto se extendió a Cartago centro, ciudad a la que también se le exige, al igual que a la población de Paraíso, un elevadísimo pago por el servicio del vital líquido.
Pero allí no acaba este desesperado amor de los entes estatales con los vecinos de la “Muy Noble y Leal Ciudad” y poblaciones circundantes. Ya sin agua, con un proyecto vial mutilado y sin un hospital apropiado, había que irse directamente a la bolsa y al estómago.
Ahora resulta que existe la posibilidad de permitir la entrada al país de papas de Estados Unidos, con lo cual la producción de ese tubérculo en la región cartaginesa se vendría al suelo y prácticamente podría desaparecer ese tipo de agricultura. Hay que decirlo: Cartago sin papas, ya no sería Cartago.
¡De veras que hay amores que matan!
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Enrique Tovar es periodista.
