Con el mayor respeto que usted me merece, dirijo estas palabras no solo a su persona, doña Eugenia, sino también a todas las magistraturas y funcionarios del Tribunal Supremo de Elecciones.
Al igual que usted, muchos costarricenses somos testigos, con sorpresa e indignación, de la seguidilla de ataques en su contra. Su labor, y la de quienes la antecedieron, ha sido motivo de orgullo y tranquilidad para este país. Resulta una lástima –y un peligroso error– poner en duda el trabajo de la institución mejor valorada por el pueblo costarricense, aquella que ha garantizado nuestra convivencia pacífica, la alternancia en el poder y el respeto a la voluntad popular.
En tiempos de incertidumbre, vale recordar las palabras de Winston Churchill: “La democracia es el peor sistema de gobierno, a excepción de todos los demás”. Esa frase, tantas veces citada, nos recuerda que la democracia no es perfecta, pero sí invaluable; requiere guardianes firmes, instituciones sólidas y ciudadanos vigilantes. El Tribunal Supremo de Elecciones ha sido, desde su fundación, uno de los pilares que sostienen el equilibrio de nuestra vida republicana.
En la reciente celebración del Día de la Democracia, usted recibió una larga y merecida ovación, expresión sincera del respaldo ciudadano. Hoy me uno a ese aplauso, convencido de que muchos, desde sus casas, hicieron lo mismo. Fue un momento simbólico: la gente se levantó no solo por usted, sino por lo que representa.
No es momento de sembrar odio ni de dividir al país. Usted ha sabido mantenerse de pie ante el ruido y el ataque, y eso se le agradece. Como decía Nelson Mandela, “la valentía no es la ausencia del miedo, sino el triunfo sobre él”. Su serenidad ha sido ejemplo de esa valentía cívica: enfrentar con dignidad, sin renunciar a la templanza ni a la verdad.
No es propio de los costarricenses pelear, sino dialogar; no destruir, sino buscar consensos. Este pueblo ha aprendido que la democracia se defiende en paz, con argumentos y respeto. Lo entendió bien don José Figueres Ferrer cuando afirmó que “las armas se sustituyen por el voto y el pensamiento”. Esa visión, que dio origen a nuestra estabilidad institucional, sigue viva en la misión que usted hoy encarna.
Esta es su hora, doña Eugenia. Muchos la acuerpamos y confiamos en usted y en la institución que lidera con dignidad. Es la hora de la democracia, y debemos vivirla con responsabilidad patriótica, respetando los procesos, las leyes, y a quienes piensan distinto.
Este proceso electoral será histórico por el reto al que está expuesto. Cuando el país más necesitó serenidad y firmeza, es una mujer quien se mantiene al frente del proceso que más nos identifica como nación: la garantía del voto libre y del respeto a la voluntad ciudadana. Usted ha demostrado que la autoridad no se impone con gritos, sino con convicción y ejemplo.
No es tiempo de retroceder. Es tiempo de reafirmar lo que somos: un país que confía en sus instituciones, que cree en la democracia, que honra a quienes la sirven con honestidad. Cierro esta carta con la convicción que debe unirnos como costarricenses. ¡Yo sí confío en el Tribunal Supremo de Elecciones!
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Germán Salas Mayorga es periodista.
