El presidente, Rodrigo Chaves, desde que llegó al poder no ha dejado de culpar a los anteriores gobiernos de los males habidos y por haber, y a los diputados y al Poder Judicial de obstaculizar su gestión. De esa forma, pretende justificar el incumplimiento de las promesas de campaña y los desaciertos de su administración.
La estrategia, acompañada de un discurso populista y efectista, y de sus innegables dotes histriónicos, le funcionó durante algún tiempo para mantener altos niveles de popularidad, pero que en los últimos meses ha perdido.
Probablemente creyó, quizás por inexperiencia política, que la luna de miel con los electores iba a durar todo su mandato, mas la realidad es que la fidelidad se mantiene con acciones concretas que solucionen o mitiguen los problemas y políticas públicas que mejoren la calidad de vida de la gente.
Los ciudadanos esperan que a quien eligen gobernante tenga la sabiduría y la capacidad de solucionar los problemas —los que aseguró conocer bien y prometió resolver— y superar las dificultades y los obstáculos que se le presenten durante su gestión.
La ineficaz gestión en materia de seguridad pública durante los 18 meses de la administración es, sin duda, uno de los factores que más contribuyó al deterioro de la imagen del presidente.
No se vislumbran acciones eficaces ni una política adecuada para frenar la narcoactividad y la violencia que cobra vidas diariamente. Las pifias y la improvisación son la constante.
El anterior ministro de Seguridad Jorge Torres sugirió que fueran los ciudadanos quienes enfrentaran directamente a los narcotraficantes, que tocaran a la puerta de sus casas para pedirles que abandonaran el barrio.
El propio presidente y el sucesor de Torres hicieron el ridículo al evidenciar su ignorancia con respecto a la legislación en materia de portación de armas y el desconocimiento del contenido de sus propios proyectos de ley, enviados a la Asamblea Legislativa.
Aseguraron que la portación de armas de guerra era una “mera contravención”, cuando la Ley de Armas y Explosivos, de vieja data, impone penas de hasta ocho años de cárcel.
Igualmente, afirmaron que uno de los proyectos del Poder Ejecutivo pretendía convertirlo en un “delito mayor”, pero las reformas planteadas eran para las armas legales, no para las de guerra, que ya son ilegales.
Con el afán de trasladar la culpa del incremento de la violencia y el narcotráfico a los diputados y jueces, de forma sorprendente, el presidente Chaves renunció a la responsabilidad de proponer legislación y alegó que los parlamentarios le encuentran defectos, la rechazan o enmiendan.
La pretensión de que la Asamblea Legislativa apruebe a ojos cerrados sus iniciativas demuestra su carácter autoritario y el desconocimiento de la dinámica legislativa y las potestades del Congreso.
La mayoría de los proyectos, por no decir todos, ya sean presentados por los diputados o por el Poder Ejecutivo, sufren modificaciones en el transcurso de su trámite, en las comisiones o en el plenario, sobre todo cuando adolecen de defectos o roces con la Constitución Política.
Si el berrinche presidencial de renunciar a sus responsabilidades en materia de seguridad fuera una estrategia para evitar el deterioro de su imagen y el apoyo popular a su gobierno, creo que cometió un grave error y tendrá el efecto contrario.
Los asesores y Rodrigo Chaves deberían tener en cuenta que su base de apoyo duro lo constituye el 16 % de los votantes en la primera ronda, que en realidad fue el 10 %, aproximadamente, del padrón electoral en las elecciones del 2022. Que el 53 % obtenido en la segunda ronda fue mayormente un voto en contra de su rival y no un entusiasta reconocimiento hacia el candidato. Que el apoyo real del padrón fue del 29,5 %, es decir, el segundo menor respaldo ciudadano en la historia del país.
En consecuencia, no hay una fuerte adhesión y son esos electores los que, con mayor facilidad, propenden al desencanto en razón de una mala gestión gubernamental y los desplantes presidenciales.
El abuso de la estrategia de la confrontación y las bravuconadas parecen no surtir el efecto inicial. De no rectificar, asumir sus responsabilidades y gobernar sin pretextos, la tendencia en las encuestas podría ser irreversible.
El autor es exembajador.