El 5 de diciembre del 2018 la Procuraduría General de la República notificó a la ministra de Relaciones Exteriores y Culto, en ese entonces la vicepresidenta Epsy Campbell Barr, el pronunciamiento C-304-2018, criterio jurídico que desestima los nombramientos de confianza en las direcciones de la Cancillería.
El pronunciamiento es vinculante y reafirma lo establecido en el artículo 9 de la Ley del Estatuto del Servicio Exterior de la República con respecto al orden jerárquico en el escalafón diplomático y los cargos que deben ser ocupados. De ese modo, reafirmó que los nombramientos no son “de confianza”.
Aunque el Estatuto del Servicio Exterior pareciera de fácil comprensión, a lo largo de los años las autoridades han hecho caso omiso; pasaron décadas para que estos puestos dejaran de ser “de confianza”, aunque la ley tiene 57 años de haber sido promulgada.
Todavía queda mucho por mejorar de la carrera diplomática, y aunque los pronunciamientos y los fallos de la Sala Constitucional son los que han ayudado a dar los pasos necesarios, se sigue dependiendo, en buena medida, de la voluntad de la administración de turno.
No a todos los gobiernos les interesa consolidar el fortalecimiento y la profesionalización de la carrera diplomática, porque hacerlo les limitaría los tan conocidos nombramientos políticos.
Cabe cuestionarse por qué ningún jerarca ha respetado la ley. La respuesta es simple: los nombramientos se han efectuado con base en afinidades políticas y estas, a su vez, responden al proyecto político de la administración de turno, el cual, normalmente, no es la búsqueda de la profesionalización del servicio exterior, sino al clientelismo político.
La mala práctica, la cultura de la alfombra roja, es una costumbre muy conveniente para los políticos, para nombrar a sus amigos, y para los mismos funcionarios, puesto que se les otorgan puestos superiores sin cumplir los requisitos de ley.
Esto ha propiciado la mediocridad y desincentivado la excelencia y la esencia de la razón de la profesionalización del servicio exterior y de la existencia de una carrera diplomática.
Por esto, el presidente electo tiene en sus manos la responsabilidad de hacer algo diferente; de evolucionar, de dejar en el pasado las viejas prácticas y pensar en un presente y un futuro mejores para Costa Rica.
Henry A. Kissinger, al referirse a la tarea de los líderes, dice que es llevar a la gente de donde está hasta donde no ha llegado; y hoy, más que nunca, demandamos el liderazgo que consiga llevar a la Cancillería de donde está hasta donde no ha llegado, a una verdadera cancillería del siglo XXI.
El canciller debe conocer el arte de ejercer un liderazgo moonshot, ser parte de nosotros, encabezar procesos de innovación y transformación, valorar y respetar las competencias del recurso humano, cambiar la cultura institucional y, sobre todo, conocer la política exterior de nuestro país y confiar en los diplomáticos de carrera y en la profesionalización del servicio exterior.
Esa persona debe pensar en el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto con la visión de la que habla Kissinger, de querer llegar más allá, que se atreva a proponer objetivos que parecen inalcanzables y a alcanzarlos cuando logre configurar un equipo proactivo, con la perspectiva necesaria que le permita avanzar y que lo acompañe a alcanzar las metas.
No será un reto fácil para quien ocupe la silla de canciller, pues es una institución que a lo largo de la historia ha sido utilizada como moneda de cambio para pagar favores políticos; sin embargo, cuando se quiere hacer lo que se debe, lo que es correcto, siempre se puede. Se trata del respeto al deber ser, a la legalidad y, sin duda alguna, a la voluntad del jerarca.
Costa Rica gana cuando logra posicionar su política exterior en derechos humanos, diplomacia económica, sostenibilidad, turismo, atracción de inversiones, entre muchos otros. Así, refleja todo eso en un país más próspero y con mayores oportunidades para los costarricenses.
La política exterior del próximo gobierno debe ser el motor de cambio, con nuevos propósitos, nuevos desafíos, nuevas formas de hacer las cosas para volver nuevamente la mirada positiva del mundo hacia nuestro país.
La autora es diplomática de carrera y exvicepresidenta de la Asociación Costarricense de Diplomáticos de Carrera.