Este 2021 se cumplen aniversarios de hitos simbólicos para la región, como el bicentenario de la independencia de Centroamérica, los 30 años del Sistema de la Integración Centroamericana (SICA) y 35 años de los Acuerdos de Paz de Esquipulas.
Es una oportunidad única para reflexionar acerca de la historia recorrida, analizar los avances, pero, ante todo, asumir la obligación moral de construir un mejor futuro para la región centroamericana.
Los últimos años de los 70 y mediados de los 80 fueron las épocas más dolorosas de nuestra historia. Varios países de Centroamérica, aunque con una realidad propia, experimentaron el surgimiento de movimientos civiles que derivaron en conflictos armados fuertemente influenciados por la política de intervención de las potencias hegemónicas enfrentadas en la Guerra Fría.
La guerra civil en Guatemala y El Salvador, así como la revolución sandinista en Nicaragua formaron parte de los conflictos de baja intensidad que se desataron a escala global durante ese período.
La región era entonces el tablero de ajedrez de países extranjeros. Nos encontrábamos inmersos en un pésimo negocio, otros nos vendían las armas y nosotros poníamos los muertos.
Luego de varias propuestas de mediación para alcanzar la paz, como la iniciativa Wright-Reagan de los Estados Unidos o la del Grupo de Contadora, nos dimos cuenta de que todas carecían de algo fundamental: un espacio de diálogo político que incluyera a los cinco presidentes, sin excepciones, para que, con nuestras propias manos, construyéramos los caminos centroamericanos para la paz.
Para lograrlo, propuse que nos aisláramos en el Seminario de Claustro de Esquipulas, un lugar con mucho simbolismo por ser la capital centroamericana de la fe, para que los presidentes Napoleón Duarte de El Salvador, José Azcona de Honduras, Daniel Ortega de Nicaragua, Óscar Arias de Costa Rica y este servidor, por parte de Guatemala, nos reuniéramos sin que nadie nos interrumpiera y sin presiones externas que influyeran en nuestras decisiones.
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Primera etapa. Nos propusimos no salir hasta alcanzar un acuerdo por la paz de Centroamérica. Hacer realidad la voluntad política para poner fin a los conflictos que ya habían cobrado la vida de por lo menos 400.000 personas, 100.000 se contaban como desaparecidas, miles fueron desplazadas de sus tierras y millones vivían como refugiadas.
Así, vio la luz la Declaración de Esquipulas I —el 25 de mayo de 1986—, la primera reunión de presidentes centroamericanos como espacio de diálogo político permanente y luego se retomó en el Protocolo de Tegucigalpa para ser el Órgano Supremo del Sistema de la Integración Centroamericana (SICA). También, constituyó el primer gran paso hacia un consenso regional por la paz y la democracia.
El esfuerzo alcanzado en Esquipulas I fue completado en agosto del año siguiente con la Declaración de Esquipulas II: el procedimiento para establecer la paz firme y duradera en la región.
Los Acuerdos de Paz de Esquipulas, más los sucesivos en lo interno de los países en conflicto, fueron probablemente el momento histórico más sobresaliente para Centroamérica solamente después de la misma independencia de España.
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Fecha clave. Han transcurrido 35 años de aquel momento y 30 de la integración regional con una visión multidimensional e intersectorial mediante el SICA. Es hora de reflexionar de dónde venimos, dónde estamos y hacia dónde vamos.
La recuperación económica, social y ambiental pospandemia está a las puertas, ¿cuál es la nueva realidad que queremos construir? ¿Realmente deseamos regresar al mundo como lo conocimos antes de la enfermedad del coronavirus?
Si alguna lección nos dejaron los Acuerdos de Esquipulas es que los centroamericanos debemos ser los protagonistas de nuestro futuro, arrebatar a las páginas de la historia la oportunidad de escribir un mejor futuro como región.
Esquipulas fue artífice de la paz, pero es tiempo de alcanzar el desarrollo sostenible, verde, digital e inclusivo para que esa paz y democracia estén finalmente completas.
Podemos conseguir mucho más actuando juntos como región que individualmente. La integración centroamericana es nuestro mejor instrumento para alcanzar un grado de desarrollo para todos por igual.
El autor es secretario general del Sistema de la Integración Centroamericana (SICA) y presidente de Guatemala de 1986 a 1991.