Las sobredosis de fentanilo causaron 73.654 muertes en los Estados Unidos el año pasado, una cifra muy superior a los 58.000 soldados de ese país fallecidos en la guerra de Vietnam, para poner un ejemplo revelador de las horrendas consecuencias del consumo ilícito de la droga, capaz de matar con una dosis de apenas dos miligramos, el peso de entre 10 y 15 granos de sal de mesa.
Las muertes causadas por el fentanilo aumentaron a paso acelerado todos los años durante la última década. La preocupación es tanta que la droga y las sustancias utilizadas para producirla ocuparon un lugar destacado en la agenda de la reunión del presidente chino, Xi Jinping, y su homólogo estadounidense, Joe Biden, en California, el 15 de noviembre. Entre los principales objetivos de Biden estaba procurar la cooperación de China en la lucha contra el fentanilo.
El opiáceo sintético es 50 veces más potente que la heroína y 100 veces más que la morfina. Se utiliza como analgésico bajo estricta supervisión médica, pero los narcotraficantes lo fabrican a bajo costo y lo mezclan con otras drogas, como la heroína y la cocaína, para magnificar sus efectos. La mezcla impide a la persona saber cuánto fentanilo ingiere y, en ocasiones, si lo está consumiendo. Por eso constituye la principal causa de muerte de jóvenes de entre 18 y 24 años.
Ese, precisamente, es el peligro constatado el 21 de noviembre, en Tibás, cuando la Policía de Control de Drogas (PCD) allanó el laboratorio de una banda dedicada a mezclar fentanilo con otras sustancias (éxtasis, ketamina y metanfetaminas). El grupo no producía el opioide, aunque la fabricación es relativamente sencilla. La policía sospecha que los traficantes lo importaban de México y comercializaban las mezclas en bares de San José y Escazú, sin avisar a los compradores del verdadero contenido.
El trasiego internacional de la droga también se simplifica por su potencia. Cantidades reducidas de fentanilo permiten obtener un elevado número de dosis. Si dos miligramos pueden causar la muerte, es fácil comprender cuántas dosis podrían salir de los 103,25 gramos de polvo de fentanilo decomisados a la banda de Tibás. Tampoco se dificulta imaginar la tragedia en ciernes si el criminal negocio echa raíces en Costa Rica.
México se convirtió en uno de los principales fabricantes de la droga. Con una inversión de $800 en un kilo de productos químicos chinos (precursores), los narcotraficantes crean 415.000 pastillas, cada una valorada en $3 en las calles de Estados Unidos. La ganancia es inaudita.
El fentanilo se empezó a comercializar en 1968 y ya en los años noventa comenzó a documentarse el tráfico ilícito. El consumo clandestino cobró impulso en este siglo, pero nuestro país se había librado del flagelo. Reportajes de este diario informaron de un consumo ilícito alimentado por la droga sustraída de centros médicos.
Entre enero y marzo del 2016, médicos residentes, anestesiólogos y otros funcionarios del Hospital Rafael Ángel Calderón Guardia denunciaron extravíos, hurtos y falsificaciones de recetas de fentanilo. También, dijeron haber encontrado jeringas usadas y ampollas vacías en basureros y otros sitios del hospital. En dos ocasiones, los denunciantes encontraron las cajas donde se guardaba el fentanilo y otros opiáceos con las tapas forzadas o los candados rotos.
El Organismo de Investigación Judicial hizo cuatro decomisos en el 2022 y otros tres este año; sin embargo, las circunstancias del allanamiento en Tibás lo convierten en un momento tristemente histórico. La droga más temida, calificada por la agencia contra las drogas de los Estados Unidos (DEA) como la más mortal que jamás había enfrentado, ya está en Costa Rica.
