La paradoja del teléfono inteligente se define, por una parte, por su utilidad para acortar distancias y, por la otra, por su capacidad de distanciar las relaciones más cercanas. Son el dispositivo móvil más común en todas las regiones del planeta. Costa Rica, por fortuna, está lejos de ser una excepción.
Las cifras de penetración de la telefonía móvil son celebradas por buenos motivos. Con el teléfono inteligente, la amplísima disponibilidad de las telecomunicaciones implica la posibilidad de acceder a la Internet y multiplicar las vías de interacción. Las ventajas son innegables y los avances tecnológicos en ciernes prometen mucho más.
Sin embargo, estudios recientes introducen una nota de cautela. La dependencia del teléfono para fines recreativos y laborales crece de forma acelerada y no respeta las circunstancias. Lo mismo se manifiesta en un momento de privacidad que en medio de actividades sociales y familiares. Se constituye en un obstáculo formidable para la sobremesa.
Existe la inclinación a condenar el fenómeno como una falta de educación y no darle pensamiento, pero pocos pueden presumir de no haber tenido la experiencia del contertulio súbitamente ausente, sea familiar, amigo o por relación de trabajo. Según estudios del año pasado, los usuarios estadounidenses consultan el teléfono 47 veces al día y, si tienen entre 18 y 24 años, el número se eleva a 82.
El 46 % de quienes participaron en un proyecto del Dr. James Roberts, profesor de Mercadeo de Baylor University y autor de obras sobre el tema, confesó haberse sentido relegado por su pareja y mientras más alta la percepción de interferencia del teléfono inteligente, mayor el nivel de conflicto en la relación.
Según la publicación Psychology of Popular Media Culture citada en The New York Times por la periodista y psicoterapeuta Lesley Alderman, el 70 % de las mujeres consideran que el teléfono inteligente afecta negativamente la relación con su pareja. Más de un tercio se quejó de respuestas a notificaciones en medio de una conversación y la cuarta parte reclamó el envío de mensajes de texto en las mismas circunstancias.
Las participantes del estudio que se confesaron víctimas de mayor interferencia del teléfono se mostraron menos satisfechas con sus relaciones y con sus vidas en términos generales. Los datos alarman y, al mismo tiempo, confirman la intuición fundada en la experiencia general.
Ningún aparato rivaliza con el teléfono inteligente a la hora de exigir tiempo y atención, e invade todas las esferas de la vida personal y social. A menudo, el usuario no lo nota, pero la dependencia del celular rara vez pasa inadvertida para familiares y amigos. Inevitablemente, la supuesta habilidad para atender varias actividades al mismo tiempo (multitasking) se ve derrotada por el absorbente aparato o por las sensibilidades de los demás.
En Costa Rica, hay más de 8,8 millones de líneas celulares, es decir, la penetración móvil llegó al 179 %. Hay 4,8 millones de usuarios con acceso a la web mediante su celular y el tráfico total aumentó un 10 % en el 2017. La tendencia no parece distinta en el 2018. Manuel Emilio Ruiz, director de la Superintendencia de Telecomunicaciones (Sutel), describe al usuario nacional como “apasionado”.
Conviene hacer a un lado, por un momento, las consecuencias positivas de esas estadísticas para reflexionar sobre la necesidad de recuperar la interacción personal y rescatar la conversación, particularmente en esta época del año, tan apta para el disfrute en familia y con los amigos cercanos.