El Partido Liberación Nacional (PLN) debe definir si quiere seguir siendo una estructura electoral para nombrar alcaldes o un partido capaz de abordar los problemas de la población, dice el diputado electo y exministro de la Presidencia Rodrigo Arias. Francisco Antonio Pacheco, expresidente de la agrupación, exdiputado y exministro, se le había adelantado con la misma advertencia.
Otros dirigentes liberacionistas también han manifestado la preocupación de ver a su partido, uno de los grandes protagonistas de la construcción del Estado en los últimos 70 años, convertido en una maquinaria electoral dedicada a elegir gobiernos locales y, desde ahí, catapultar a los dirigentes hacia la Asamblea Legislativa con la tarea de atender intereses estrechos en un foro donde la perspectiva nacional debe tener primacía.
Los llamados no carecen de motivación. El municipalismo crece a ritmo acelerado en todos los ámbitos de la agrupación y solo encontró freno en el debilitamiento causado por el caso Diamante, en el cual los principales involucrados son miembros de gobiernos locales liberacionistas.
Antes del escándalo, los alcaldes liberacionistas habían logrado eximir a las municipalidades de la regla fiscal, modificar el presupuesto para trasladarles parte del presupuesto del Consejo Nacional de Vialidad (Conavi), ampliar la representación de los gobiernos locales en las estructuras partidarias y colocar a varios municipalistas en la papeleta de aspirantes a diputados.
Ahora, tras la tercera derrota al hilo del PLN en las elecciones nacionales, la reflexión sobre el futuro del partido crea la oportunidad para plantear una gama de correctivos, entre ellos, una reforma estatutaria que el sector visualiza como una oportunidad para incrementar su influencia. Entre los dirigentes locales, ya hay quienes plantean las reformas operadas en la Unidad Social Cristiana como un modelo.
En ese otro polo del antiguo bipartidismo, y también sin reparar en las objeciones de los dirigentes más experimentados, los intereses locales se impusieron para exigir el nombramiento de los candidatos al Congreso por las asambleas provinciales, restando oportunidades a políticos con más largo alcance.
La diferencia entre la visión expresada por Arias después de las elecciones y la renovada pretensión de los municipalistas no puede ser más grande. “La renovación de ese partido debe ser con liderazgos jóvenes en todo el territorio nacional, pero, sobre todo, basada en volver a tener el principio de que un partido político es para estudiar los problemas nacionales. Hay que capacitarse en los problemas nacionales para poder, entonces, conformar ese partido y caminar. Ese es el reto que tiene Liberación: si quiere seguir siendo una estructura que solo piensa en elecciones y va a pensar solo en elecciones de alcaldías, o si quiere volver a ser un partido político de verdad, que reflexione y piense en los problemas nacionales”, afirmó.
La tensión entre esas dos visiones definirá el futuro del PLN, pero también afectará al país. Si Liberación toma el rumbo de la Unidad y esta última no rectifica, el debilitamiento de dos de los principales partidos políticos nacionales seguirá su curso y todavía no hay estructuras consolidadas para reemplazarlos. El peligro de una política apegada al interés local será cada vez mayor.
El país se adentró por esta senda hace ya muchos años, en buena parte guiado por la demagogia al punto de entronizar, en nombre del valor democrático de los gobiernos locales, el imposible mandato de transferir el diez por ciento del presupuesto nacional a los concejos.
Nunca se hizo y nunca se hará porque significa restar la mitad de sus fondos al gobierno central, que opera con el veinte por ciento del presupuesto después de satisfacer los destinos predeterminados del ochenta por ciento del dinero. No obstante, ahí está el mandato, en la Constitución Política, para recordarnos hasta dónde podemos llegar de la mano del discurso localista, indiferente ante la realidad nacional.
