Estaba san Pedro muy afanado actualizando el libro de ingresos al Cielo, cuando la llegada de un alma muy particular lo distrajo de la tarea.
El recién llegado portaba chonete, camisa roja y arrastraba un marcado acento en las erres que confirmaron sus sospechas.
– ¿Tico, verdad?– le preguntó en tono más bien de afirmación.
– Sí, señor, a la orden– contestó el espíritu debutante.
San Pedro le echó entonces una mirada paternal cargada de misericordia y curiosidad, que anticipaba el inicio de una conversación.
– Hay una cosa que me intriga de los costarricenses. En las últimas décadas, a muchas buenas ánimas provenientes de su país les he preguntado cuál es su concepto de la eternidad y algunas respuestas me sorprenden mucho– comentó.
– ¿A qué se refiere?– consultó el alma con genuino interés.
– Resulta, hijo mío, que la gran mayoría de ustedes tienen una noción bastante encaminada sobre el significado de la eternidad en términos celestiales. Pero también tienen una aplicación terrenal muy propia para este concepto– agregó san Pedro.
El espíritu realizaba un esfuerzo por entender lo que escuchaba. Entonces, el custodio de las llaves del Paraíso trató de explicarle con un ejemplo concreto.
– ¿Cómo están las listas de espera en la Caja Costarricense de Seguro Social?– preguntó.
– Ah, muy bien gracias. Gozan de excelente salud. El lío es para los miles de pacientes que deben esperar meses y hasta años para acudir a una cita, realizarse un examen, recibir un diagnóstico o someterse a una cirugía- respondió.
- ¿Y crees que haya solución a ese problema?- preguntó.
- Ay, san Pedro. Con todo respeto, yo no veo cómo. Pasan los gobiernos y los candidatos presidenciales, hacen promesas, anuncian planes, hablan de rutas, gastan millones de colones, y la presa de citas nunca se acaba- respondió el alma.
- Precisamente, a eso me refiero, hijo mío. Desde la óptica de un mortal, en este caso de un asegurado costarricense, tener que esperar todo ese tiempo para recibir atención médica representa una eternidad en el finito y brevísimo plano físico- dijo san Pedro.
El alma se mostró plenamente identificada con ese sentimiento y sintió pena por todas las personas que quedaron en la Tierra sufriendo ese calvario. Entonces, antes de pasar por la puerta, lanzó una osada pregunta a su anfitrión: “¿Acabará esto algún día?“.
San Pedro le contestó: “Eso solo el Jefe lo sabe. Esperemos que allá abajo la gente siga dando la pelea para reducir las listas de espera. Desde aquí, vos y yo podemos orar para pedir iluminación y mucha sensibilidad para los responsables de buscar soluciones”.

