El Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) se fundó 1949, como parte del programa de desarrollo de la Segunda República, y su primer gerente general fue Jorge Manuel Dengo, quien con liderazgo conformó la primera junta directiva.
Los directivos —ingenieros civiles, eléctricos y mecánicos— emplearon de manera racional los recursos naturales para proveer de electricidad a todos los habitantes, hasta alcanzar una cobertura del 99,4 % en la actualidad.
Para cumplir con su objetivo, el ICE dio en concesión diferentes zonas a la Compañía Nacional de Fuerza y Luz, la Empresa de Servicios Públicos de Heredia, la Junta Administrativa del Servicio Eléctrico Municipal de Cartago y a varias cooperativas, obligadas a ofrecer un servicio de calidad cuyos precios serían regulados por la Aresep.
Desde el principio, el ICE se centró en el desarrollo de proyectos hidroeléctricos y, luego, agregó geotérmicos y eólicos.
Crisis energética
En el 2025, las tarifas eléctricas aumentarán entre un 15 y un 20 %, debido al elevado costo de la generación térmica. La Aresep estima que el costo variable de generación (CVG) subió un 43 % a causa del incremento del consumo de diésel y búnker, que se requirió a lo largo del 2023 y el primer cuatrimestre del 2024.
Habría sido una verdadera catástrofe haber tenido que recurrir a los racionamientos por la falta de planificación del ICE, no solo porque no previó el impacto del fenómeno de El Niño, sino también por la venta de energía utilizando el único embalse con capacidad para almacenar agua durante un año.
El mensaje a lo largo de la semana de zozobra fue una llamada de atención para estudiar las razones y buscar soluciones. La situación no se solventa solo con el cambio de un gerente. Se debe profundizar en el problema.
El ICE es una de las instituciones claves para la atracción de inversiones, y con su actuación debilitó la confianza en sus posibilidades de garantizar energía eléctrica permanentemente.
No es lógico que se excluya al sector privado de la producción de energía eólica, fotovoltaica e hidroeléctrica. Hay que crear un mercado eléctrico nacional para que en un ambiente de verdadera competencia la calidad y el precio faciliten el establecimiento de nuevas empresas.
No podemos seguir dependiendo de un solo oferente y de una Aresep que fija los precios con base en costos, sin analizar a otros interesados internacionales en condiciones similares.
El costo de la energía, la calidad y la continuidad son fundamentales para el desarrollo. La demanda eléctrica viene en aumento en parte gracias al crecimiento de la inversión en nuevas plantas industriales, viviendas y comercios.
Requerimos aumentar la oferta en competencia. Cada vez se usará más energía eléctrica para movilizarnos. El cambio climático traerá consigo veranos más prolongados y calientes, e inviernos más extremos.
Tenemos que diversificar la oferta energética. Las plantas térmicas son salvaguardas en situaciones como las recientes. De ahí que sea preciso un adecuado mantenimiento para que la planta térmica Garabito no se paralice.
En paralelo, el país debe disponer de plantas térmicas de respaldo mediante contratos con el sector privado. En cuanto a los combustibles, debe analizarse el uso de gas natural, cada vez más empleado en todo el mundo, cuyo costo es un 80 % inferior al de otros hidrocarburos y es menos contaminante.
Arenal y productores
El Arenal es la única reserva para afrontar un verano tan caliente como el del 2023 y en lo que va del 2024. No se justifica que se vendiera parte a Centroamérica y termináramos con el nivel más bajo en los últimos 16 años.
La poca agua en el Arenal incrementará en más del 200 % la quema de búnker y diésel para producir electricidad. La escasez de lluvias en el Istmo complica seriamente recurrir al Mercado Eléctrico Regional (MER) como alternativa.
Por lo anterior, es imperativo conectar nuevamente las plantas privadas, porque siempre van a generar más barato. Unos 10 productores han apagado máquinas por la incertidumbre de si el ICE les va a comprar.
El mercado centroamericano debe abrirse al ICE y a los privados. Hay suficiente demanda para competir juntos y no seguir atados a cuotas.
Es importante que el ICE no esté sujeto a los vaivenes políticos. No puede ser que se cambie toda una junta directiva con un simple decreto.
El ICE debe volver a estar en manos técnicas. La planificación a largo plazo es vital por la complejidad de las inversiones y hay que favorecer las alianzas público-privadas.
El autor es ingeniero.
