El mal tiempo, la congestión del tránsito y el curso pendenciero y corrosivo de los asuntos públicos me empujaron de la calle a la casa para pensar en cosas sin importancia.
Cuenta Georges Perec: “Por la escalera pasan las sombras furtivas de aquellos que un día vivieron en la casa”.
Es cierto. Yo, por ejemplo, percibo el paso, sobre las piedras rescatadas de las viejas aceras, de tantos que caminaron por ellas desde el principio del tiempo y que fueron olvidados. Los menos, calzados; los más, descalzos, andando con paso indemne al calor, la humedad o el frío.
Unas pocas de esas piedras, torpemente retiradas de su oficio secular, están en mi casa, enaltecidas, y cuando paso sobre ellas sé que dejo mis huellas (como permanecen las suyas, indelebles, las de las dos que ya no están y que ahora como siempre me hacen compañía).
Sigue contando Perec. Alguien fue un día a una tienda de libros de viejo, en una ciudad europea, se puso a revisar un lote de novelas policíacas y entre las páginas de una de ellas encontró tres cartas de Víctor Hugo a su editor belga. Menudo hallazgo. Yo, por mi parte, recordé cierta vez que visité una librería de viejo en un país extranjero y entre las páginas de una edición bilingüe de Pavese, gastadas por el uso, encontré un cheque datado varios años atrás, librado contra un banco español por un monto que apenas excedía las mil pesetas, que nunca fue cobrado y a esas alturas ya de nada servía.
De manera que yendo de un asunto a otro, desordenadamente, recordé la letra de la canción de Chico Buarque que habla de los que rompieron su relación y ahora se reparten “los restos de todo lo que llaman hogar, / las sombras de todo lo que fuimos”; ella solo quiere quedarse un disco y le dice a él que “todo lo demás es tuyo”; él le pide a ella con amargura que le devuelva “el Neruda que me tomaste / y que nunca leíste”, y a mí el episodio me sabe a una inútil derrota.
Entonces, preferí embeberme en la contemplación de la pequeña escultura que un malogrado escultor barveño talló en ónix en el estudio de Francisco Zúñiga en México y llamó Amantes; soporta mejor que todos nosotros la deriva del tiempo.
Carlos Arguedas Ramírez fue asesor de la Presidencia (1986-1990), magistrado de la Sala Constitucional (1992-2004), diputado (2014-2018) y presidente de la Comisión de Asuntos de Constitucionalidad de la Asamblea Legislativa (2015-2018). Es consultor de organismos internacionales y socio del bufete DPI Legal.
