Peligra la gallina de los huevos de oro, como se le conoce al turismo; la industria sin chimeneas que, hasta hace unos años, era un motor económico con muy buena distribución geográfica. Gracias a muchos esfuerzos, Costa Rica se convirtió en uno de los destinos preferidos del mundo. No obstante, con este gobierno, ha ocurrido lo contrario.
Recuerdo cuando 11 cámaras empresariales convocaron al gobierno para explicar los efectos que tendría la política cambiaria sobre la industria turística, el sector exportador, las zonas francas; también, cómo las importaciones baratas afectarían la producción del mercado interno. Pero el gobierno no dio una respuesta coherente y lo que se temía ha estado sucediendo.
El turismo es un claro ejemplo de que el calor de “nuestra gente a la que le encanta la gente” y nuestras bellezas naturalezas son insuficientes, frente a una apreciación del colón de entre 25% y 30%. Esto nos ha convertido en un destino excesivamente caro, tanto que hasta los propios costarricenses prefieren salir a destinos más baratos en el extranjero. Tal situación causa problemas serios a un sector que tiene ingresos en dólares y costos en colones.
Además, nuestra imagen democrática se ha deteriorado cortesía del gobierno, con sus ataques a la institucionalidad y a las libertades –entre otras la de prensa– y debido a las noticias sobre la creciente inseguridad ciudadana que el gobierno hace más por negar que por combatir. Ahora, en el exterior nos incluyen entre las ciudades más peligrosas del mundo y como ruta de tránsito de droga de la región.
En el último año, el ingreso de visitantes ha caído prácticamente todos los meses, poniendo en riesgo los $5.500 millones que generaba anualmente, los 180.000 empleos directos y un importante múltiplo de empleos indirectos de pequeños proveedores de servicios complementarios como transporte, lavandería, alimentación y proveedores de servicios de aventura.
Las medidas para revertir este proceso son claras: empiezan con la política cambiaria y con combatir la inseguridad. Es hora de tomar esas medidas para tratar de volver a la ruta de crecimiento que traíamos y seguir así beneficiando a pequeñas, medianas y grandes empresas, lo que, además, propicia una buena distribución geográfica de los ingresos, algo de enorme importancia social.
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Nuria Marín Raventós es politóloga.