Para asegurar cualquier cosa, desde la racionalidad –y qué más racional que la ciencia– es necesaria la evidencia empírica. Partiendo de ese hecho, ante la pregunta que se me hace, como epidemiólogo, de si hay un brote de distemper canino en Costa Rica, como lo asegura un joven colega médico veterinario por medio de un TikTok, mi respuesta es: vamos a la evidencia. Por ahora, solo puedo decir que no puedo asegurar que lo haya. Paso a explicarme.
El distemper canino, también conocido como moquillo, es una enfermedad viral muy contagiosa que afecta principalmente a los perros, aunque también puede presentarse en animales silvestres como zorros, mapaches y coyotes. Por fortuna, no se contagia a las personas.
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Es causada por un virus similar al del sarampión humano y puede dañar varios sistemas del cuerpo, incluyendo el respiratorio, digestivo y nervioso. Puede ser mortal para los animales, especialmente si no se trata tempranamente; aunque no hay garantía de sobrevivencia, como suele ocurrir con las enfermedades causadas por virus.
Los síntomas más comunes son fiebre, secreción nasal y ocular, tos, vómitos, diarrea y, en casos graves, convulsiones o parálisis. El virus se transmite por contacto directo con animales infectados o con sus secreciones. La mejor forma de prevenirlo es mediante la vacunación desde cachorro y el seguimiento del esquema de refuerzos recomendado por el veterinario: revacunación anual. Es fundamental recalcar, a este punto, que lo indicado es que las actividades de medicina preventiva de nuestros animales, especialmente las mascotas, sean realizadas por profesionales acreditados en medicina veterinaria: nadie más.
Como lo presenté en un artículo anterior (“Tener una mascota es tener también responsabilidades ciudadanas en salud pública”), por una serie de determinantes sociales, es cada vez más frecuente que las personas nos hagamos acompañar por mascotas. Estas criaturas requieren de cuidados especiales para tener una vida saludable, pero, además, para que no afecten nuestra salud.
Desde el paradigma de Una Salud (One Health), en que no se puede diferenciar la salud de las personas, de la de los animales y de la del ambiente, porque conformamos un solo gran organismo con múltiples sistemas de alta complejidad e intrincadas relaciones, pensar que un virus que no infecta a personas no es un problema de salud humano, es un tremendo error. Ese es el caso del distemper canino.
Si este virus afecta a grupos de mamíferos silvestres causando brotes de enfermedad, y alta mortalidad, causa un desequilibrio en el ecosistema, que termina afectándolo casi todo. Además, en espacios en que los bordes de lo silvestre y lo urbano se pierden, los intercambios vitales entre especies son cada vez más frecuentes y eficientes. En el caso del distemper, lo podemos ejemplificar con los mapaches y los coyotes; en otras enfermedades como la salmonelosis, con las palomas de castilla. Si son especies-plaga, eso es harina de otro costal.
Pero, volviendo al tema del artículo: ¿existe hoy un brote de distemper en Costa Rica? Mi respuesta es que no se lo puede asegurar de manera creíble y verificable. ¿Por qué?
En sentido estricto, un brote es un incremento en la cantidad de nuevos casos de un evento de salud, más allá de cierto nivel esperado, en un lugar y momento específicos. Para establecer el nivel esperado de casos de ese evento, se quiere de sistemas de vigilancia epidemiológica que permitan documentar con alta precisión la ocurrencia de los eventos. Tal cosa no existe para las enfermedades que no son de declaración obligatoria ante el Servicio Nacional de Salud Animal (Senasa), cuyo sistema solo exige la declaración de enfermedades zoonóticas (transmisibles de animales a humanos), o de alto impacto en los sistemas productivos del país. Pienso que no solo esas enfermedades se deberían reportar; pero, también, es tema para otra discusión.
Así las cosas, sin una base de referencia científica, sistemática y creíble, resultará muy aventurado, sino imposible, asegurar que estamos en presencia de un brote de distemper canino. Mucho menos, decir que es causa de la “invasión” de mapaches y coyotes: ¿quién invadió primero a quién?
Quizás, de la alegre advertencia que nos hace mi tiktoker colega, podemos retomar las formas de sospechar de si nuestras mascotas están padeciendo la enfermedad, así como las medidas de prevención. Igualmente, producto de esta alarma que, insisto, no puede ser asegurada, pero tampoco descartada, el Colegio de Médicos Veterinarios de Costa Rica invita a mantener el plan completo de medicina preventiva de nuestras mascotas. Es lo que toca, es lo más prudente, es nuestro deber.
Si tiene una mascota a la que dice querer, o que pertenece a quien usted ama con todo su ser, llévela a control médico veterinario. Al final, se trata de salud personal y pública; de forma muy directa y evidente, de salud mental; cada día más escasa (Costa Rica frente al abismo de la salud mental desatendida).
juan.romero.zuniga@una.ac.cr
Juan José Romero Zúñiga es médico veterinario, epidemiólogo y académico investigador en la UNA y la UCR. Ha publicado múltiples artículos científicos en revistas internacionales.
