Se supone, digo, se supone, que cualquier política pública debe ser juzgada por los resultados que dice buscar y los medios que emplea. Por ejemplo, si una política de vivienda se plantea construir diez mil casas de interés social, bien hechitas y con todos los servicios, uno va y registra cuántas casas efectivamente se construyeron, adónde y quiénes las adquirieron; cuánto costó cada unidad y la calidad de la construcción. Eso permite valorar si la meta se cumplió, si las casas fueron para los sectores sociales que las necesitaban, o hubo distorsiones y otros las acapararon; si estaban bien construidas y si, en efecto, tienen los servicios funcionando.
Así las cosas, cualquier persona puede decir si la política pública fue exitosa y, más en general, si la política aplicada fue la que decían los documentos. Para seguir con el ejemplo: un gobierno puede decir que su prioridad son los pobres; sin embargo, si a la hora de las horas, la mayoría del financiamiento habitacional se va para sectores medios y altos, para casas en la playa, entonces cualquier persona podrá decir: “La política de vivienda en este país es distinta a la que ustedes pregonan”.
Por supuesto que las autoridades, aquí y en todas partes, son como Jalisco: si no ganan el pleito, lo enredan. Dirán que no, que esto y aquello, que nuestra política sigue siendo la de siempre, orientada a los pobres e inclusiva. O embestirán a los críticos. Empero, si hay datos, el cuento es difícil de creer.
Este largo circunloquio lo hago porque, como ciudadano, deseo hacer preguntas sobre nuestra política monetaria. Luego de más de dos años de no cumplir la meta de inflación y estar sistemáticamente fuera del rango deseado, medido por cualquier indicador que se escoja, ¿siempre seguimos en un régimen de metas de inflación? ¿Estamos ante un caso de dificultad para cumplir una política que se quiere cumplir pero que no se puede, o un caso en el que, en la práctica, se redefinió la política real pero no se dice? Por ejemplo, que ahora no buscamos estar en un rango deseable, sino que queremos inflación cero, otra cosa. Lo pregunto porque la anomalía es demasiado larga y flagrante como para decir que seguimos en lo de siempre y regañando a incrédulos. ¿Qué es lo que estamos viendo? Ojalá los especialistas puedan explicarnos si un gato que no maúlla y no caza ratones sigue siendo un gato. Puede ser que sí.
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Jorge Vargas Cullell es sociólogo.