Nuestras posturas históricas de política exterior a favor del derecho internacional, la paz, el desarme, la sostenibilidad ambiental y la cooperación internacional para enfrentar el cambio climático se están viendo muy afectadas
¿Qué consecuencias tiene para Costa Rica la invasión rusa a Ucrania, país al otro lado del mundo? Las clasificaría en tres grupos. Primero, las consecuencias que en pocos días son visibles y ya afectan nuestro diario vivir. Segundo, las que, siendo previsibles, tardarán tiempo en materializarse los riesgos conocidos. Finalmente, están los efectos potencialmente más peligrosos: los desconocidos, pero que nos pueden golpear. Se originan en el hecho de que la invasión inauguró un conflicto internacional que sabemos cómo empezó pero no cómo terminará.
Empecemos por las consecuencias visibles. En pocos días, el precio del petróleo se disparó al tercer nivel más alto en este siglo. Para Costa Rica, consumidora cada vez más dependiente de combustibles fósiles, ello se traduce en presiones macroeconómicas (balanza de pagos más desfavorable y menor crecimiento económico) y microeconómicas, como alzas en el precio de la gasolina y otros bienes y servicios. Hay otras consecuencias inmediatas de política internacional debidas al rompimiento del derecho que rige las relaciones entre los Estados.
En el segundo grupo de los riesgos está, entre otros, el rearmamentismo en Europa (en particular, Alemania) y Japón, que probablemente inducirá respuestas de China y la India. Un mundo armado hasta los dientes no solo es más peligroso, sino que, probablemente, estará menos inclinado a la cooperación para atender el problema más grave que la humanidad enfrenta hoy: la crisis climática.
Por último, tenemos los riesgos desconocidos. Y aquí entramos en el mundo de los escenarios hipotéticos. ¿Será esta invasión un evento específico o inaugurará una nueva era de conflictos interestatales que romperá los cimientos del orden internacional? ¿Qué realineamientos geopolíticos ocurrirán? Aún no conocemos las respuestas, pero sí sabemos que resulta estratégico fortalecer nuestro aparato de política exterior para, en un mundo revuelto, atisbar oportunidades y olfatear peligros. Quedarnos viendo el ombligo es un error.
En resumen, esta lejana invasión ya ha creado riesgos para Costa Rica que debemos atender. Nuestras posturas históricas de política exterior a favor del derecho internacional, la paz, el desarme, la sostenibilidad ambiental y la cooperación internacional para enfrentar el cambio climático se están viendo muy afectadas. La parálisis es desaconsejable.
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