El transporte, aquí y en los países industrializados, es el principal emisor de gases de efecto invernadero. Costa Rica, empeñada en generar energía limpia, presume mucho menos del efecto ambiental de su sistema de transporte, el más sucio de Centroamérica. También queda debiendo si se le compara con países como Colombia y la República Dominicana.
Siendo un país privilegiado por la abundancia de fuentes de energía limpia, la dependencia del petróleo más bien se ha venido agravando. Hace 20 años, los hidrocarburos aportaban el 62 % de la energía; la electricidad, el 19 %; y la biomasa, otro 19 %, según el Informe nacional de monitoreo de la eficiencia energética de Costa Rica elaborado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). Según el último dato del Sistema Nacional de Métrica de Cambio Climático del Ministerio de Ambiente y Energía (Minae), en el 2019, los hidrocarburos aportaron el 65 % de la energía utilizada y la electricidad apenas proveyó el 21 %, la biomasa el 13 % y el 1 % restante vino de otras fuentes.
A la adicción a los hidrocarburos se suman las limitaciones del transporte público, cuyas deficiencias explican el desmedido crecimiento del parque vehicular, además de los embotellamientos, por sí mismos responsables de la emisión de toneladas de gases de efecto invernadero.
Si a los factores apuntados se añade el crecimiento desordenado de la Gran Área Metropolitana, no es difícil entender las razones del rezago nacional. La brecha entre la práctica y el discurso ambientalista permanecerá abierta mientras insistamos en nuestros logros en la generación limpia sin considerar el rezago en el elemento clave del transporte.
El ordenamiento y la electrificación del transporte, con énfasis en el desarrollo de medios públicos, dejó de ser una tarea a largo plazo. En todo el mundo, las metas se fijan, cuando mucho, en décadas. La mitad de los vehículos vendidos en California en el 2035 serán eléctricos y en Europa, a partir de ese año, no se comercializarán nuevos autos de combustión.
No obstante, la sectorización sigue en veremos y el tren eléctrico está rodeado de incertidumbre. Ni siquiera avanzamos a buen ritmo en la sustitución de la flotilla privada por una más limpia. La Asamblea Legislativa aprobó exoneraciones y otras ventajas para los autos eléctricos, pero los precios en el mercado local son hasta un 76,2 % más elevados que el valor de internamiento, según el Ministerio de Economía.
Armando González es editor general del Grupo Nación y director de La Nación.
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